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Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

Los conventos de San Martín y Santo Domingo, huella dominica en Cabra (II)

11.08.20 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes

Mientras las monjas dominicas, desde 1837, son acogidas en el Monasterio de las Angustias de las RRMM Agustinas Recoletas que se salvaron de la Exclaustración, el Ayuntamiento en 1850 empieza a gestionar los usos del exconvento de San Martín.

Una escuela normal, escuela primaria y casas para maestros son los nuevos usos del ex-convento. Madoz en su Diccionario (Tomo V - 1846, pg. 42) nos dice: "En el ex-convento de San Martín hay además un buen establecimiento privado, en que se da la educación primaria bajo la dirección de dos PP. esculapios y un maestro del pueblo: admiten pensionistas por entero y tienen sobre 60 discípulos. También hay otra escuela privada dirigida por un esclaustrado bastante bien montada, a la que asisten unos 64 niños; y otra que dirige un ant. maestro de escuela, regularmente servida, y asistida por 25 alumnos. La escuela normal. si bien tiene designado maestro, con la dotación de 6 reales diarios, aun no se halla establecida definitivamente, por no haberse habilitado el local, que lo ha de ser el ex conv. de San Martin".

Otro de los proyectos para el lugar era el de trasladar las Casas Capitulares desde la Plaza Vieja que comienza a gestionarse en marzo de 1861 y que se termina al año siguiente incluyendo la creación de una plaza, algo que era también muy demandado. Este cambio de ubicación supone un cambio radical en la conformación urbana de la ciudad con la ubicación del antiguo centro desde la Plaza Vieja a esta nueva plaza.

Los intentos para recuperar la iglesia, una vez que la zona del convento ya se estaba usando por el Ayuntamiento, no cesaron. Se preparó una Memoria sobre la ruina de la iglesia de san Martín y sobre el proyecto de un nuevo templo que la imprenta de José María Mellado publicó y que fue leído en una Junta popular celebrada en el Paseo el 15 de octubre de 1871. En el texto se hacía un alegato pidiendo ayuda "al noble pueblo de Cabra para todas sus colectividades, fueran las que fueren su carácter y misión, para todos sus individuos, sean cuales fueren su posición y circunstancias". Se hacía constar el deplorable estado en que se encontraba la iglesia de San Martín que acusaba una total ruina. Hay referencias al "debilitamiento del muro de la capilla mayor" que ya se acusaba desde el último tercio siglo XVIII. A lo largo de los años se habían realizado obras de ampliación y adaptación de la primitiva iglesia y parece que muchas de las hornacinas o huecos que se habían hecho afectaron la estructura. Las referencias hablan de una "Iglesia suntuosa con bastantes capillas" pero que se había ido ampliando en función de necesidades sin un planteamiento general o proyecto de conjunto. No olvidemos que, además de las imágenes y retablos de la orden dominica, también se habían realizado capillas y retablos para las imágenes de la Real Archicofradía del Nazareno (Nazareno, V. de los Dolores, San Juan, Magdalena, Verónica, Sepulcro) así como la del Señor de la Humildad y Paciencia que también se encontraba en este grandioso templo.

Esta cuestación popular de 1871 no consiguió que el importe fuera suficiente para atender las necesidades de las iglesias exclaustradas y la Junta popular encargada de la gestión de este importe, destinado inicialmente a la obra de San Martín, decide que se emplee para recuperar San Juan de Dios. El abandono de San Martín fue creciendo, quedando sólo en manos de "la piedad de los fieles, sin que el municipio, ni el clero, ni nadie, con una indiferencia total de ese precioso monumento histórico" se hicieran cargo de sus necesidades.

José del Carpio recoge en su manuscrito inédito de 1893 que "esta iglesia situada en un lugar donde no hay otros templos era allí de verdadera necesidad y fue una lástima que no se reedificase como se pretendía por aquel entonces". También la memoria de la Junta Popular hacía referencia a la importancia de contar con este templo en el nuevo centro de la población, dado que las iglesias de la Escuela de Cristo, la Aurora o San Juan de Dios, se consideraban menos apropiadas para la atención a esta zona. El planteamiento pasaba por la construcción de un nuevo edificio que ganara "en hermosura y en comodidad" y se planteaba hacerlo "alineando la plaza con la calle de Buytrago, continuando hacia la calle de San Martín, con una gran plaza hacia atrás del nuevo edificio, necesaria para la afluencia de calles, desarrollo del centro donde se halla establecido el municipio (el Ayuntamiento) las escuelas públicas y las oficinas de Telégrafos". Todo eran ventajas que, pidiendo el parecer del vecindario a través de la Junta Popular, que ayudara a financiar un proyecto para recuperar la vieja iglesia de San Martin, construir un nuevo templo para su Colación y parroquia, replanteando el espacio de la plaza como centro de la ciudad, donde acababa de ubicarse el Ayuntamiento.

Se habría replanteado el aspecto y los usos, pero sin embargo el destino de este convento fue el abandono, su progresiva conversión en plaza y edificaciones municipales, mientras que la iglesia no pudo recuperarse de una continua ruina hasta que finalmente es derribada. Sorprende que la Archicofradía del Nazareno no estuviera más implicada en la recuperación del templo que la había acogido desde su fundación a finales del siglo XVI y que abandona en 1872.

Pero la situación en que se encontraba la Archicofradía y las circunstancias políticas tampoco parece que ayudaran mucho. La legislación civil desde la Novísima Recopilación de 1805 va a ir limitando la existencia de las cofradías y otras asociaciones religiosas si no contaban con la autorización del gobierno o si eran consideradas inútiles por los dirigentes diocesanos. Así lo establecían la Orden del Regente (Espartero) de 18 de noviembre de 1841 y la Real Orden de 8 de febrero de 1842. El Concordato de 1851 había supuesto, además, el sometimiento de todas las cofradías y congregaciones religiosas al Estado. Y un Real Decreto de 17 de abril de 1854 obligaba a los Obispos que remitieran al Ministerio en un plazo de un mes una nota de las cofradías o hermandades erigidas sin la autorización competente, según lo dispuesto en la Novísima Recopilación, con la finalidad de proceder a su disolución. Otra Real Orden, de 23 de noviembre de 1854, vino a impedir de hecho y derecho que no se pudieran establecer asociaciones religiosas si no las aprobaba la Corona. En medio de toda esa legislación acerca de las cofradías, y con los acontecimientos de la desamortización de por medio, no es que la situación fuera fácil.

Los estatutos del Nazareno fueron ratificados por R.O. de 26 de agosto de 1847, pero de hecho hasta pasados unos años no se obtuvo la aprobación legal que, con un gasto muy importante, se consiguió en 1855. Sorprende que la eclesiástica no llegara hasta 1879. Tampoco la situación económica o el apoyo popular parece, por lo se ha apuntado en varios trabajos, que fuera boyante. El cobro de los bienes incautados en la desamortización no llegó a producirse y en 1875 seguía teniendo pendiente de cobrar más de 7000 reales que le debía el Estado. El gobierno de la Real Archicofradía (ya había sido aprobada por la Corona) no parece tener gestiones fructíferas, en lo que a patrimonio inmueble o economía interna se refiere.

Cinco hermanos mayores tuvo el Nazareno entre 1830 y 1896. Francisco Antonio Pérez Aranda hasta 1841, Rafael Fernández Tejeiro hasta 1842, Juan Fernández Villalta hasta 1846, José Fernández Villalta hasta 1874 y Joaquín García-Valdecasas hasta 1896. Un período demasiado largo en el que además de la precaria situación cofrade, las disposiciones gubernativas y la afinidad episcopal con las políticas pudieron influir negativamente en las cofradías.

Fernández de Villalta y García Valdecasas se encargarían de gestionar el definitivo traslado provocando el inevitable desenlace del templo. Ya estando en el Cerro, la Archicofradía pidió hacer capilla en la Asunción en el año 1876, pero tampocó recaudó dinero suficiente. En marzo de 1883 finalmente solicitan instalarse en San Juan de Dios. Entre medias, la polémica por el Santo Sepulcro (1880-1881) se había resuelto favorablemente para la cofradía.

Volvamos al otro colectivo afectado por la ex-claustración y desamortización. Las religiosas dominicas.

Durante más de 24 años, entre 1837 y 1861 diez de las dieciocho dominicas exclaustradas residieron junto a las Agustinas (que eran 23) en el Monasterio de las Angustias de la Placeta de San Agustín. Entre 1858 y 1861, las que quedaron - algunas fallecieron en este período- se fueron ubicando en los conventos de Dominicas de Córdoba, Castro del Río, Baena y Alcalá la Real donde parece que se llevaron "quanto conservaban de su comunidad". El obispo Alburquerque influyó para que se separaran "lo que se efectuó con no poco sentimiento de algunas", como señala el manuscrito de hechos notables de las Agustinas. Los nombres de las religiosas dominicas exclaustradas y otros datos quedan recogidos por Antonio Moreno Hurtado en su libro sobre las Agustinas. Las Dominicas de Cabra, abandonaban la población y veían cómo su gran convento quedaba en nada y su iglesia crecía en abandono y ruina.

En torno a 1872 se desmantela lo que quedaba en la iglesia y finalmente termina derribándose, perdiéndose el rastro de uno de los conventos más importantes de la historia monástica femenina en Cabra. El edificio quedó extinguido físicamente con la total desaparición también de su iglesia. El Nazareno, que había estado en la antigua ermita e iglesia de San Martín y de las Llagas de Cristo desde la segunda mitad del siglo XVI, pasó a presidir la iglesia del también ex-convento y hospital de San Rodrigo de los Hermanos hospitalarios de San Juan de Dios el 1 de abril de 1883.

(continuará)

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