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La Semana Santa de Cabra tiene un problema
19.03.18 - Escrito por: Mateo Olaya Marín
La Semana Santa de Cabra tiene un problema: su sobredimensión. La excesiva atomización cofrade de nuestro pueblo, ese número tan elevado de cofradías que existen y esa ratio por habitante que deja ojiplático a cualquiera, de la que nos hemos felicitado en muchas ocasiones, y en otras tantas hemos presumido, es, a todas luces, un verdadero problema si lo enfocamos bajo el prisma del sostenimiento equilibrado del colectivo.
Porque Cabra tiene los habitantes que tiene y en una sociedad con todas las connotaciones que tiene, donde el desdén y el sentimiento de lejanía por lo religioso y cofradiero impera en una buena parte de su sector, el número de cofrades activos y efectivos para formar parte activa, y efectiva, de sus cofradías, se reduce considerablemente y, por consiguiente, afecta de forma meridiana en el sustento de todas y cada una de sus hermandades. Tenemos dos opciones: O reconocerlo. O reconocerlo.
La Semana Santa de Cabra tiene un problema: el vacío generacional. Sin rodeos. Hablemos claro. Hubo una época en la que los equipos que estaban al frente de las cofradías se veían en buena parte, y en ocasiones completamente, relevados por importante números de cofrades de una serie de generaciones que entraron con fuerza y dieron un impulso importante a las hermandades. Nuestras cofradías por la necesidad de afianzar, en unos casos, su patrimonio (guión procesional, grupos escultóricos nuevos, pasos nuevos, restauraciones de elementos patrimoniales de importancia), y en otros casos casi construirlo desde cero, y por otra parte la necesidad de perfeccionar el trabajo como órgano religioso y social, necesitaban y siguen necesitando de un grupo de cofrades activos dispuestos a estar en muchos frentes, en sacrificar muchísimas horas para sacar adelante un proyecto material colectivo que siempre, siempre, ha tenido una limitación considerable: el número bajo de hermanos por la consabida fragmentación de las hermandades, que provoca una disminución notable de las cuentas económicas de la cofradía que debe ser compensada por esfuerzos y trabajos difíciles de mantener en el tiempo a medio-largo plazo.
Así las cosas, esas generaciones que irrumpieron en nuestras hermandades hoy día, en muchos casos, siguen en primera línea activa, con el desgaste que ello supone, sin ver a sus espaldas una generación que los releve. En Cabra hemos creado una generación de cofrades entre los 30-40 años, arriba o abajo, que en cualquier sitio estarían en la edad perfecta para comenzar su trabajo en la junta de una hermandad, pero que aquí son cofrades ya cansados, fatigados de sostener el rumbo, año tras año, sin obtener relevo alguno. Y todo porque nuestras cofradías están organizadas actualmente bajo un sistema de trabajo que dificulta en exceso la implicación de cofrades con cargas familiares y laborales, en definitiva, con menos tiempo libre. Por eso, uno de las claves, está en bajar el pistón, levantar el pie del acelerador y cohesionar el "pelotón" de ciclistas cuyo único objetivo es pedalear juntos hacia la meta. Aquí no debe haber líderes ni grupo de escapados. Sólo en alguna hermandad se aprecia un cierto relevo generacional, pero son las menos, y en parte ha sido porque todos los círculos que la forman se han sentido valorados y queridos, partícipes en el mismo grado de la idea común.
El número efectivo de recursos humanos que tenemos en nuestro pueblo, no puede abarcar el número total de cofradías. Por ello, nos encontramos ante entidades que hacen una grandísima labor, pero que tienen serios problemas para mantenerse. La fortaleza en una cofradía, se traduce en la debilidad de otra, porque el capital humano es el mismo, solo que se traslada de una cofradía a otra. Los recursos humanos no aumentan, sino que menguan poco a poco en el balance general. Las nuevas energías apenas se crean, apenas nacen. Si en un lado la balanza sube, en el otro baja.
La nueva savia que entra a las ramas de los árboles que son las cofradías, es escasa. Reconozcámoslo. Escasa. Por ello, nuestras cofradías ahora, más que nunca, deberán afrontar un crecimiento pausado, más lento, buscando las buenas raíces y la buena estructura de abajo hacia arriba. Sin aspavientos, teniendo muy presente que el mejor proyecto que puede afrontarse, más allá de las obras materiales que nos pueden sumergir en una espiral peligrosa puesto que entraña levantar algo que luego hay que mantenerlo con escasos recursos potenciales, es crecer en la Fe, alimentarse de la palabra del Evangelio y hacer de la hermandad una verdadera comunidad de cristianos, dentro de la gran asamblea que es la Iglesia.
Y como colofón, un verdadero sentido de la colectividad, dejando atrás la idea de reino de taifas y sintiéndonos identificados con el todo global que es la Semana Santa (proyectado en la institución de la Agrupación de Cofradías), más incluso que con la jornada en la que realizamos estación de penitencia.
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