|
La espera y la esperanza en tiempos de pandemia
29.11.20 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes
Comenzamos el Adviento y ya tenemos la experiencia vivida en primera persona de lo que supone una pandemia como esta de la COVID-19. Comienza el año litúrgico y los mensajes que vamos a recibir son los de espera, conversión, esperanza y celebración.
Con este ánimo, las personas que estamos inmersas en el mundo de las cofradías, nos adentramos en una nueva etapa que nos prepara para celebrar el acontecimiento de la Navidad.
Junto a los mensajes que cada semana de Adviento vamos a tener -reflexión espiritual, las lecturas de cada eucaristía, la oración y conversión o la vivencia de un camino que se recorre personalmente y en comunidad -, también veremos luces, adornos o mensajes que nos anticipan la Navidad como si ya estuviera aquí. Pero aún no ha llegado.
Tenemos que ser conscientes que el Adviento es el tiempo de la espera, que hay que vivirlo como un tiempo de piadosa y alegre esperanza. La corona de Adviento con cuatro velas nos recuerda los cuatro domingos que nos quedan hasta llegar a Navidad. Es un símbolo que supone saber contar. No hemos llegado, sin más, a la Navidad por muchas luces que se hayan encendido ya en las calles o por muchos anuncios que nos hagan pensar que estamos en Navidad.
Lo mismo que hemos aprendido a conocer mejor todo aquello que, desde lo interno, teníamos menos experimentado, este Adviento tenemos que identificar cada una de las semanas que nos llevarán al 24 de diciembre y hacerlo pausadamente, sin prisas, sin tener que adelantarnos a lo que está por llegar.
Es una nueva etapa para todas las personas que nos sentimos cofrades en la que tenemos que seguir aprendiendo a discernir, a reconocer lo que tenemos entre manos, aprender entre todos, compartir y descubrir, trabajar desde la unidad, ir paso a paso, no tener prisa, hacer las cosas y hacerlas bien.
A todo eso nos invita este tiempo de esperanza que hay que vivir desde una experiencia distinta y con las miras puestas en el acontecimiento que está por llegar. Y así seguir marcando los días de un calendario que se nos antoja más largo de lo común por todo lo que hemos tenido que dejar atrás, pero con mucho por delante.
Por eso hay que marcar los días tal y como se nos van presentando. Viviendo cada uno con lo que nos deje y esperando que el siguiente nos vuelva a traer nuevos retos.
Los cofrades saben -sabemos- bien que las grandes metas no se alcanzan sin recorrido. El esfuerzo compartido, la ilusión por alcanzar un proyecto y el anhelo de llegar a conseguirlo, son algunos de los elementos de un camino en el que no debemos tener prisa sino que debemos vivir de manera acompasada y serena. Sin pausa y con cada cosa a su tiempo. Y este nuevo tiempo de Adviento, que nos llevará en cuatro semanas a la Navidad, servirá, de nuevo, para seguir ilusionados en la espera de lo mucho que está por llegar y en la esperanza de que llegará y será bueno.
En la Virgen Inmaculada, a la que veneramos en las advocaciones de nuestras imágenes titulares, tenemos uno de los modelos a seguir, quizá el más importante pero que puede pasarnos inadvertido. Por eso tendremos que volver nuestra mirada hacia todo lo que nos enseña en su camino, que es el nuestro, para que no dejemos nada atrás.
Y para eso, conviene recorrer uno a uno, con todas sus situaciones, cada uno de los días que tenemos por delante.
|
|
|
|
|
|