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350 años de un cuadro de la Virgen de la Cabeza, obra de García Reinoso
24.04.16 - Escrito por: José Ramón Navarro Ruiz
Según dice Palomino en su obra "El Museo pictórico y escala óptica" (III libro: El parnaso español), Antonio García Reinoso, pintor, nació en Cabra y fue alumno del artista jiennense Sebastián Martínez. Este aprendizaje al modo de la época, artesanal y gremial, se manifestaría al completar su oficio de pintor con trabajos en platería, dorados, trazas para retablos, e incluso, se dice, fue gran arquitecto.
Según la misma fuente, Reinoso realiza "muchas obras públicas en el reino de Jaén... Especialmente en Andújar donde las tiene buenas y muchas". Entre ellas destaca un cuadro para la iglesia de los Padres Capuchinos de grandes proporciones que ocupaba todo un testero de la capilla. Se trasladó a Córdoba donde siguió trabajando hasta su muerte en 1677.
Uno de los muchos y, efectivamente buen trabajo que Palomino señala, es el cuadro que nos ocupa. Realizado al óleo sobre tela de 111x83 cms. y firmado A.G.R. año de 1666. Pertenece a una colección particular y presentaba algunas deficiencias propias del tiempo (marcas del bastidos, oscurecimiento) y otras como parches, desgastes y barridos de color en zonas poco empastadas, daño este irreversible, producto de una intervención antigua. La firma no se apreciaba, no obstante, se tenían fundadas sospechas de su autoría, dado el estilo y factura de la obra.
Efectivamente cuando el barniz oxidado fue cambiando se hizo más clara la lectura del cuadro, los bordados del manto realzaron su filigrana, los detalles se hicieron más nítidos, el cuadro ganó en luminosidad y apareció la firma ratificando la sospecha de atribución.
La composición de la obra es la tantas veces repetida en este tema, lo que no es de extrañar pues Reinoso pasó grandes temporadas en Andújar y conocía seguramente otros cuadros semejantes. Nos muestra la imagen de la Virgen y una recreación casi surrealista del Cabezo y ermita a su espalda, a modo de dos triángulos superpuestos que se complementan, reforzando el segundo las líneas puras del primero que, como figura principal, destaca potenciada por el atractivo bordado del manto, minucioso dibujo, brillante de color y rico en empaste.
El eje de esta figura, totalmente simétrica, se desplaza hacia la derecha compensando las grandes y también verticales masas de las figuras orantes que completan el cuadro. A esta verticalidad, el autor yuxtapone las horizontales que forman la línea del horizonte a la izquierda y toda esa sensación horizontal que producen el rebaño y la cartela a la derecha, insinuando con todo ello cierto movimiento, creado paradójicamente con elementos tan rígidos como la simetría y el estatismo de las figuras.
Un fondo cálido nos manifiesta la maestría del pintor, acreditando la fama de sus celajes. Sin estridencias aparecen perfectamente integrados en él algunos elementos iconográficos sobradamente conocidos aunque con variantes con respecto a otros autores como la urraca donde los otros colocan una lechuza (¿la noche?) y la repetición del jilguero (¿el día?).
Si la figura del pastor es uno de estos elementos, siempre presente y asidua en cuadros de otras advocaciones donde la leyenda de la aparición es similar, en esta ocasión aparece un nuevo personaje que destaca por situación y color. Sin duda quien encargó la pintura se hizo retratar sobriamente vestido, con espada al cinto, demostrando así ser persona principal y en actitud de orar.
No sabemos si el cuadro fue concebido con el retrato o la figura se añadió posteriormente, como induce a pensar el empaste del manto que le subyace parcialmente. Si así fuera, tendríamos una nueva prueba del buen hacer de Reinoso, pues el personaje se suma a la composición con naturalidad, aún con la dificultad añadida de la fuerza que le dan su color y el detalle del rostro, convirtiéndose en destacado protagonista de una escena perfectamente contada pictóricamente, reforzada con la cartela donde se puede leer Retrato de la Sanctissima imagen de Nª Sª de la Caveça Apareciose Año 1227 a un pastor manco de una mano i le sano. Patrona de esta mui noble ciudad de Anduxar, que indica claramente, evitando posibles errores, la imagen que representa, el hecho de su aparición, fecha, lugar y milagro que se realiza. Indirectamente también nos dice al referirse a Andújar como "esta" y no "la mui noble ciudad" donde fue pintado el cuadro, ratificando su residencia temporal en Andújar, como asegura Palomino.
(En La Virgen de la Cabeza. Iconografía y Culto Popular, 1996)
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