Toda la actualidad local de Cabra y comarca continuamente actualizada. Interesantísmos artículos de opinión y colaboraciones. Mantente siempre informado con: www.laopiniondecabra.com
La campana ya está en la Sierra. La carreta por bajo del campanario y todo listo para hacerla funcionar. En la romería de Votos y Promesas tendría lugar la inauguración oficial pero antes se celebra una ceremonia, procesión incluida, en la que se bendice la Campana Popular.
La procesión se inicia a las 9,50 de la mañana del día 1º de agosto de 1916. Llevaba la cruz el cronista del relato y director de La Opinión, don Manuel Mora y Aguilar; los ciriales, el maestro que hizo la campana, Vicente Rosas Soler y don Juan Domínguez; sal, llevada por la señorita Anita Caravaca y Periquito Salido; acetre la señorita María Luisa Gómez, presidenta del ropero; incensario, Juan García; bandejas con flores doña Josefa Caballero de Leña, doña Manolita Lama de Gómez, doña María de la Sierra Gómez de Cañero y la señorita María Luisa Leña Caballero; dos largas filas de devotos forman la procesión, que preside, de capa, el arcipreste don Andrés Caravaca, a quien acompaña "nuestro distinguido compañero don Joaquín Cañero que lleva libros, salmos y rituales de la bendición". El gentío es inmenso formándose en el Picacho una procesión "hermosísima con las señoras, señoritas y caballeros que están en la ermita y los que fueron de Cabra".
Se describe con detalle cómo se instalan los preparativos para subir la campana y quiénes prepararon la obra para colocarla: Lorenzo Barranco, Feliciano París y Antonio Sabariego, también presentes en el acto. Luego se procede a la bendición, lavándola con agua bendita "quedando constituida como objeto sagrado de culto, destinado al Santuario".
A la campana popular se le puso nombre. Lo llevaba grabado en el borde de la corona: María de la Sierra. Y una inscripción que decía "Campana popular construida con donativos de los devotos de Cabra y de otros pueblos; se inauguró en la Gran Romería de Votos y Promesas, 20 de agosto de 1916. Me hizo Vicente Rosas y Soler".
Tras aquella jornada dichosa e histórica, con un entusiasmo popular que también se recogió en el sermón que, a modo de plática pronunció el arcipreste y con el deseo de escuchar los ecos de la campana, a las cinco de la tarde se hizo un repique general. Se habían colocado las otras dos campanas que habían estado quitadas de la espadaña por el abandono sufrido años antes. Ahora todas estaban dispuestas para voltearse y así se hizo. El arcipreste volteó la nueva campana y las otras dos el director de La Opinión y el maestro campanero Rosas.
Según el relato del cronista, un grupo de campesinas que la campana había atraído al sonar, asciende por los riscos y exclaman: "¿Dónde está nuestra campana? ¿se puede besar? ... y las pobres mujeres, besando la campana, rompen a llorar. A nosotros nos conmueven hondamente y nos inclinamos a gemir".
Y así termina aquel día espléndido. No faltó el rosario de despedida, terminado con las "coplas de la novena" y los vivas a la Virgen, a la campana y a La Opinión, que desde sus páginas y con el entusiasmo puesto por Mora y Aguilar, había puesto en marcha y conseguido con creces las donaciones necesarias para hacer la campana y otras muchas mejoras que serían de gran apoyo para el resurgimiento de la devoción y el nuevo esplendor del Santuario.
Cuando el cronista acaba de contarlo, indica la pena que siente al bajar de nuevo a Cabra "riscos abajo y a meternos en el horno de la ciudad. ¡Qué fresco en el Picacho! ¡qué calor tan sofocante en el pueblo!".
Y llegó el gran día de la Romería de Votos y Promesas. Fiesta grande en el Santuario para homenajear a la Virgen de la Sierra. Gentes de todos los pueblos llegaban a la Casita Blanca que, poco a poco, iba recuperando el esplendor de los siglos.
En una crónica publicaba en el número extraordinario de septiembre de nuevo se intuye la ilusión de Manuel Mora y Aguilar por levantar la devoción dormida. Y así escribe:
"Como primorosas joyas, como relicarios valiosísimos guardan los vascos las peñas de la Cordillera Pirenaica en que puso planta la Virgen de Begoña; los asturianos los riscos de la Cueva de Covadonga; los navarros las de la Virgen de la Estella; la Sierra de Andújar los de la Virgen de la Cabeza; los catalanes a Montserrat; los aragoneses al Pilar; los franceses a Lourdes...
¿Qué razón, qué motivo, qué causa pudiera haber para que los egabrenses, traicionando la fe de nuestros padres y los sentimientos de una zona fervorosa, echáramos en olvido la Cueva, el Cautivo, a San Fernando, al Picacho y al Santuario de la Virgen nuestra?".
De aquellas iniciativas viene la recuperación progresiva y la renovación devocional que hoy brilla con ímpetu y fuerza vigorosa. Y sobre todo lo que sería un anhelo cumplido: que el culto a la Patrona tuviera como centro de la devoción el Santuario.
Así decían las líneas de La Opinión que "el amor a la Casita Blanca vibra por modo particular, todos hablan ahora de la Sierra, del camino y de mejorar el Santuario. Bendigamos a la Reina del Amor que imprime a las aguas fervorosas el curso que siempre debieron llevar". Los agradecimientos por el apoyo a esta fiesta agosteña no faltan tampoco, al ayuntamiento, a los devotos de tantos pueblos, a los peregrinos que suben a la Sierra.
De nuevo, el extraordinario de septiembre de 1916, recoge con detalle una crónica de la Romería de Votos y Promesas de aquel año. Con fotografías de Venancio y Rafael Ruiz, como la que reproducimos de la procesión alrededor del santuario y que se publicaron en La Opinión hace 100 años, mostrando el fervor reinante en aquella romería que sustituyó a la del día 8 de septiembre cuando la fiesta de la Natividad se comenzó a celebrar en Cabra y no en la Sierra. Una romería que también servía para conmemorar la aparición de la imagen en la Cueva y la importancia de que la Virgen estuviera siempre en el Santuario, menos en las fiestas de Septiembre en que sería bajada a la ciudad para celebrar el 8 de septiembre y el mes de estancia en la parroquia.
La romería tuvo lugar los días 19 y 20 de agosto. Para que nos hagamos una idea de la gente que podía llegar desde la víspera viniendo a pie hasta el Santuario, el cronista señala que "en la misa de las 3 de la madrugada dicha por el arcipreste señor Caravaca y en la Salve de los Miradores, al bendecir la Patrona a los pueblos, sentimos el escalofrío de lo excelso... ¡La Virgen!, ¡La Virgen!, ¡oh! qué poder tan inmenso el que sobre las muchedumbres tiene la Virgen cuando está en la Casita Blanca del Picacho!".
En estos días en que tiene lugar la 103ª Romería de Votos y Promesas, cuando se cumplen también 100 años de aquella campana popular y de la elección de don Manuel Mora y Aguilar como hermano mayor de la Real Archicofradía, terminamos con uno más de los párrafos que escribió en aquellos años de La Opinión como motor indiscutible de la difusión y engrandecimiento del Santuario y de la devoción a la Divina Serrana:
"Es cosa particular lo que ocurre con los cultos en la Sierra ... el Santuario, los riscos, la Cueva, las auras sutiles que soplas, el panorama esplendente, poseen como una varia mágica que entusiasma hasta enloquecer ... las multitudes se electrizan ¡qué aclamaciones! ¡qué vivas! ¡qué hervor el que hemos sentido sentido en la Sierra!, parece como si en el Picacho salieran del cuerpo las almas para ofrendar a la Virgen".