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Pregón a San Rodrigo, mártir

Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

Entrevista a Víctor Olivencia Castro, autor del Cartel de la Semana Santa 2018

27.01.18 - Escrito por: Mateo Olaya Marín

Con su inseparable pértiga, un nutrido juego de cámaras y lentes, y su singular ojo para ver la Semana Santa, el egabrense Víctor Olivencia recorre muchos kilómetros cada año de Domingo a Domingo, buscando el mensaje del Señor y la esencia de la Pasión, Muer-te y Resurrección. Son muchas las estampas que ha inmortalizado para nuestra Semana Santa en estos últimos años, haciendo de la fotografía el arte que muchos infravaloran, donde hay que poner, ante todo, técnica y sensibilidad.

Nos acercamos a su persona para conocerle un poco mejor y que él nos dé a conocer su punto de vista, tras haber alcanzado dos veces seguidas el primer premio en el Concurso Nacional de Fotografía de nuestra Semana Santa.

Tu relación con Cabra es importante, por vínculos familiares especialmente: háblanos de aquellos recuerdos de tu niñez en Semana Santa.

No conocí la Semana Santa de Córdoba hasta que no tuve unos 18 o 19 años, como mucho había visto la Borriquita, y una vez, una sola vez, el Rescatado. Mis padres son de Cabra y todos los años la familia se trasladaba allí la semana completa. Si soy cofrade, es "por culpa" de la Semana Santa egabrense.

Mi padre y mi abuelo (qepd) eran hermanos del Silencio, y yo lo fui desde crío aunque nunca quise salir de esclavina, cuando tenía 15 años, bajaron la edad mínima para salir de nazareno de 18 a 16, por lo que al año siguiente ya pude salir.

Siempre he sentido pasión por la figura del nazareno, me gustaban las hermandades que más nazarenos tenían, y siempre he tenido, y tengo, predilección por las hermandades de silencio.

Quitando el Silencio, la hermandad con la que tenía más vínculos era, y es, la de la Virgen del Socorro, tengo muchos recuerdos de sábados santos en la puerta del sol, o de escuchar sin hartarme su marcha, que es la marcha cofrade de mi vida, la que no consigo escuchar sin que se me ponga el vello de punta.

¿Cómo y por qué empiezas en la fotografía de Semana Santa?

De toda la vida, me quedaba embobado viendo carteles de Semana Santa, en el instituto, cuando llegaba la Cuaresma, llenaban un enorme tablón de anuncios que había en un pasillo con carteles de todas partes, y yo me iba en los descansos a ese pasillo, y me quedaba mirando esos carteles. Pero la fotografía convencional (de carrete) me parecía algo complicado y demasiado caro. Revelar un carrete de 36 exposiciones no estaba a mi alcance, podías hacer las fotos, que es la mitad del trabajo, pero tenías que llevarlas a un laboratorio, era el gasto del carrete más el revelado. En Semana Santa hay un porcentaje bajo de fotos "buenas", un carrete había que revelarlo entero, las fotos malas también había que revelarlas y pagarlas. Me gustaba mucho pero no lo veía viable. Pero nació la fotografía digital, la posibilidad de hacer muchas fotos sin gasto, la posibilidad de revelar sólo las que quisieras y estuvieran bien. Mi primera cámara digital fue una sony mavica de 0,33mp, con una resolución nativa de 640x480 pixeles, lo que equivalía a hacer fotos que pudieras ver a tamaño completo en un monitor de 14 pulgadas. Funcionaba con disquetes y no daba calidad para imprimir en papel a tamaño superior al que tiene una tarjeta de crédito, el tamaño estándar de 10x15 ya le venía muy grande. Llegó aquella primera Semana Santa donde me estrené, la del año 2000. Como no podía ser de otra manera tuve que esperar al Lunes Santo porque el domingo llovió, le hice mi primera foto cofrade al paso de Coronación, de la hermandad de la Merced, que era la primera del Lunes Santo cordobés. Con los años me compré una máquina de 4mp, enseguida se me puso a tiro mi primera cámara con posibilidad de usar el modo manual o montarle un flash externo, con 5mp. A partir de la Semana Santa del 2004 ya tengo equipo y conocimientos como para empezar a hacer fotografía con un mínimo de calidad. Mi primer cartel fue de una fotografía hecha en la Semana Santa del 2005, de una de mis hermandades cordobesas, la de Pasión, cartel del 2006. En 2007 llegó por fin la primera réflex, la posibilidad de tener el control total de todos los parámetros fotográficos, y el primer premio (un accésit) en el concurso de fotografía cofrade de Córdoba de ese año.

Dentro de esa banalización que sufre hoy día la fotografía, ¿qué características observas en la fotografía de Semana Santa que la hagan tan distinta a otras especialidades?

Nunca he visto a nadie tratando de pintar una escena de una procesión, a pie de calle en tiempo real. La fotografía es la única disciplina que te permite captar en tiempo real lo que estás viendo. El fotógrafo cofrade tiene que superar numerosos obstáculos, tiene que luchar, moverse, tiene que estar ahí, nadie puede hacer fotografía cofrade desde la comodidad de su casa ni en otro momento que no sea Semana Santa. El fotógrafo cofrade es el único que puede mirar directamente a los ojos de un nazareno y sentir la penitencia.

Está banalizada porque de repente todo el mundo se ha vuelto fotógrafo, todas las fotos valen, todos tenemos el mismo derecho a poder hacer una fotografía, o cien. Muchos fotógrafos a menudo tienen que renunciar a hacer una buena foto porque delante se le han puesto 10 personas que quieren hacer su propia foto, sea con la calidad que sea. Nadie se mete en un coto de caza y se pone delante de un cazador y su escopeta, a tirarle a las liebres con un tirachinas. Hoy en día, si hay en una esquina 100 personas viendo una procesión, más de 90 están tratando de fotografiarla.


¿Crees que es un auténtico ejercicio de trabajo de campo, de lucha constante sobre el terreno, como lo puede ser la fotografía documental y periodística?

Va más allá de eso, la fotografía cofrade admite una considerable cuota de creatividad. No se trata sólo de fotografiar un acto como lo haría alguien que trata sólo de informar.

Yo no soy capaz de afrontar un momento donde estoy fotografiando una procesión si no estoy con el pulso acelerado y la adrenalina rebosándome por los poros. Hay que correr, moverse, tener la mente muy despierta, a menudo, una buena composición fotográfica puede haberse esfumado en un pestañeo, por lo que tienes que ver la composición y disparar lo más rápido que puedas, no hay tiempo para pensar, tiene que ser casi instintivo.

El tiempo (por el hecho de que se ha hecho muchísima fotografía) y la masificación fotográfica de los últimos años, han reducido significativamente el margen de innovación en un arte que se nutre de lo que sucede en la calle. Frente a ello, la pintura ofrece mayor flexibilidad y variedad. ¿Qué entiendes que puede hacer el fotógrafo para continuar manteniendo el vigor y la innovación en la fotografía, si cada vez encuentra más trabas y obstáculos en la calle?

El fotógrafo siempre ha tenido muy poco margen para innovar, tenemos la realidad, que es la que es, y unos cuantos parámetros técnicos en las máquinas, para jugar con ellos. No podemos cambiar las luces, nadie posa para nosotros en una procesión, no controlas nada, a mi es lo que más me fascina. Diría que no eres tú el que busca la foto, es la foto la que te busca a ti. En cualquier caso, las posibilidades son casi infinitas. Yo llevo 18 años y hasta la fecha jamás me he tenido que ir antes de tiempo por aburrimiento, por no saber lo que hacer. Mi secreto es llevar la mente muy abierta, no centrarme en nada, las procesiones empiezan con una cruz de guía y terminan con unos músicos, las procesiones empiezan cuando los nazarenos salen de su casa para ir al templo, y terminan cuando los mismos nazarenos vuelven a casa tras la recogida de la cofradía. Muchos se centran casi exclusivamente en los pasos, en las imágenes. Cuando has fotografiado un paso saliendo, entrando, por la derecha, por la izquierda, con una focal más larga, con otra más corta, es posible que llegue un año que no sepas ya lo que hacerle. Pero las procesiones están llenas de personas, y cada una, es un mundo. Siempre tendrás delante de ti la oportunidad de fotografiar algo por primera vez, es imposible, por muchos años que lleves, que ya lo tengas todo fotografiado, lo dice uno que se hace una media de 10 mil fotos por Semana Santa.

Conocido es tu ingente trabajo fotográfico en Córdoba y su Semana Santa, ¿qué te han reportado todos estos años dedicado a Córdoba y sus cofradías?

Me ha puesto en contacto con mucha gente, gente muy válida, he conocido a personas que hoy son casi como de mi familia. Me ha dado una importante dosis de autoestima, pero por encima de eso, he aprendido algunas cosas importantes, la importancia que tiene el sacrificio, el creer en lo que estás haciendo. Nada en la vida es fácil, hacer una buena foto en Semana Santa tampoco. He aprendido que si no consigues la foto que querías, es porque no has luchado por hacerla lo suficiente, he conseguido aprender a tener mucha paciencia, a resignarme cuando algo no ha salido bien y toca esperar un año para intentarlo de nuevo, he ganado una importante capacidad para recomponerme en medio de la calle después de algún traspiés para seguir peleando por hacer la foto que quería hacer. La fotografía cofrade me ha dado muchas cosas, y apenas me ha pedido nada a cambio.

Un sello especial en tu estilo, es la altura y la perspectiva de muchas de tus fotografías, con el uso de la pértiga. ¿Por qué te decantaste por este recurso? ¿Qué pros y qué contras entiendes que existen con la pértiga?

Lo tenía en la mente desde hace mucho tiempo, de hecho la primera vez que la usé fue con una pesada réflex que me provocaba en pocos minutos calambres en las muñecas. Usar un monopie para ganar altura es una respuesta desesperada a la masificación de la fotografía, a todas esas personas que elevan el brazo con un móvil por encima de sus cabezas. Una vez descartada la posibilidad de usar trípode por ese mismo motivo, no se me ocurre otra cosa para sacar de mis composiciones fotográficas al muro de personas delante de mi con su brazo en alto y su móvil, que subir por encima de ellos, lo más que pudiera. Cuando doy el paso de cambiar de la réflex a la máquina compacta de óptica intercambiable, mi cámara reduce su peso y su tamaño una barbaridad, cosa que me permite manejar el monopie con una sola mano, ganar todavía más altura y no padecer dolores musculares en los brazos. Una vez que estás en la calle con esa nueva herramienta, descubres un mundo nuevo de posibilidades, combinado con determinadas ópticas, puedes hacer una nueva fotografía cofrade imposible de hacer de otro modo. En lugares completamente abarrotados como en Córdoba serían las escaleras del Bailio, donde no puedes ni siquiera elevar el codo para poder colocar una cámara en posición de disparo, el monopie, elevado por encima de tu cabeza, levemente, con los brazos pegados al cuerpo, usando el disparador inalámbrico y la pantalla para encuadrar, he podido disparar en cualquier lugar, por muy abarrotado que esté, incluso en el Rocío, a 2 ó 3 metros de la Virgen, empujado, casi arrollado, sólo he necesitado mantener el equilibrio y dejarme arrastrar por la marea humana sin tener que dejar de hacer fotos y sin peligro de golpear a nadie o de que la máquina sufra daños por golpes ni caídas. Pero sólo es una herramienta, no se puede abusar de ella y hay que estar continuamente pendiente de que no estés molestando a otros compañeros, se sube, se dispara y se baja el monopié lo más rápidamente posible.

¿Qué te motivó a venir a Cabra, para registrar en fotografía su Semana Santa?

Era cuestión de tiempo, vine por primera vez el Sábado Santo del 2007, año especialmente lluvioso, llegó el sábado y todavía estaba muy entero, y en Córdoba no hay procesiones el sábado. Repetí en pocos años otro sábado pero sólo por la noche. En 2011 mi hermandad de la Buena Muerte canceló por riesgo de lluvia y vine a fotografiar al Silencio, me quedé para fotografiar a la hermanad de Humildad pero no salió por lluvia.

Tuvo que venir a Córdoba la "Divina Serrana", algo en mi cabeza despertó, algo que llevaba muchos años aletargado, Luego llegó la magna de Cabra, a la que vine. Llevaba mucho tiempo con la idea de simultanear ambas Semanas Santas pero a la hora de la verdad no me atrevía, si con una sola termino para el arrastre, con dos, saltando de una a otra, iba a ser imposible. La fotografía cofrade también me ha enseñado que a veces lo imposible sólo es difícil.

En 2015 la cosa empieza mal en Córdoba, lloviendo los dos primeros días. Aprovecho para venir y ya no hay vuelta atrás, me quedo enganchado a la Semana Santa de Cabra.

Y para terminar, este año, sin problemas de lluvia, hago lo que más ganas tenía pero más miedo me daba, hacerme de un tirón el Jueves-Viernes Santo completos. Más el Sábado y el Domingo de Resurrección. Seguiré viniendo, de momento me faltan las hermandades del Martes y Miércoles más la Borriquita, que caerán este año si el tiempo no lo impide. Seguiré simultaneando las dos Semanas Santas, parecía imposible pero sólo ha resultado ser complicado.

¿Es más difícil Cabra que Córdoba para esta labor? ¿Qué diferencias fundamentales encuentras?

Cabra tiene enormes dificultades, a pesar de ser un pueblo presenta numerosas señales de modernidad, señales de tráfico, semáforos, muchísimos cables colgados por todas partes y una iluminación en sus calles muy complicada desde un punto de vista fotográfico.

Posiblemente mejorar en parte esto sea muy complicado, puede que inviable, pero si se está trabajando para conseguir la declaración de interés turístico internacional, no podemos exportar al mundo entero una imagen de unas calles llenas de cables colgantes, cada pocos metros.

Por otra parte está todo mucho más cerca (en Córdoba uso una bicicleta) y tanto sus hermandades, como su gente en general, no dan más que facilidades, da gusto venir aquí en semana santa, en ese aspecto. Con todo y con eso, a mi me cuesta más trabajo hacer una foto buena en Cabra que en Córdoba.

¿Qué conclusión sacas del concurso de fotografía de la Semana Santa de Cabra en estos años en los que has participado y donde, precisamente, has conseguido el primer premio consecutivamente?

En más de 30 años del concurso, se ha optado de manera muy mayoritaria por un tipo de fotografía con una estructura o composición muy similar, un año tras otro, con pocas excepciones. Eso ha provocado que todo aquel que se presenta, lo haga con fotografías que respeten esa clase de composición, y luego se vea en la exposición, muchas y buenas fotos, pero cortadas por la misma tijera. No conozco a nadie que no se presente a un concurso con la idea de ganar algún premio. Yo no soy una excepción, el año pasado presento 15, el máximo permitido, donde casi todas son del mismo estilo que he visto que suelen ganar, y gano con una de ellas. Este año hago lo mismo, sobre 15 presento 12 con ese mismo tipo de composición, me reservo 3 para no jugármelo todo a la misma carta, y gano con una de esas 3. Para el futuro del concurso esto es bueno, el año que viene estoy seguro de que se verá en la exposición más variedad, se verán otro tipo de fotos que de otro modo nadie hubiera mandado al laboratorio a revelar.

El cartel de este año ha marcado un hito en toda la serie de carteles de la Semana Santa de Cabra, ¿qué ha supuesto para ti, tratándose además de la cofradía de tu infancia?

Este año, venía con la ilusión de repetir el primer premio, ganar el año pasado con la participación tan escasa que hubo me dejó un sabor agridulce. Este año venía con la idea de intentar ganar de nuevo, pero de hacerlo con alguna hermandad que no hubiera sido nunca cartel, o que llevara muchos años sin serlo. Presenté fotos de la Esperanza (2), Dolores (2), Remedios (2), Mayor Dolor, Sepulcro, Amarrado, Angustias, Resucitado y para terminar 3 de mi hermandad del Silencio, que llevaba 25 años sin ser cartel, desde el 93. Aquí se dan varias circunstancias, por una lado es mi hermandad, es de esas en las que más me vuelco, por ser de silencio y austera. Además está en la calle ella sola por lo que puedo estar con ella durante el 100% de su recorrido. Haberle dado a mi hermandad la posibilidad de que sea la que represente a la Semana Santa de Cabra allá donde llegue ese cartel me produce una sensación difícil de explicar, por tratarse de un hermandad tan metida en lo que hay que estar, tan discreta, y sin embargo, es la que va a estar más en boca de mucha gente.

Un cartel, en el que por cierto, habrá que hacer una observación. Este tipo de fotografía no sería posible hacer en la mayor parte de las cofradías de Cabra, ¿no es verdad?

Aquí nos tenemos que poner un poco serios, desde el cariño que les tengo a todas las hermandades, las de Córdoba como las de Cabra, hay que trabajar un poco más con los cortejos. Cabra soporta una relación de habitantes por cofradía brutal. De donde no hay no puedes sacar, no hay gente para sacar a la calle tantas cofradías y que luego los cortejos sean muy numerosos, es evidente. Además como norma general quien viste la túnica de nazareno suele ser la gente más joven. En Cabra hay cortejos con más mantillas que nazarenos lo cual resulta chocante, y salvo honrosas excepciones, se ven unos cortejos deslucidos, con las filas de nazarenos bastante descompuestas, lo cual, y es lo de menos, imposibilita hacer un tipo de fotografía como la del cartel. Es tarea de todos tratar de inculcar en los más jóvenes que salir de nazareno no es ir disfrazado, no es divertido, que es algo serio y hay que mantener en la calle la compostura. Hermandades como el Silencio, la Expiración o la Sangre lo hacen, y si unas pueden, las demás también.

Explícanos la fotografía del cartel: sus principales características y composición.

Simbólicamente creo que lo dice todo, el centro de la foto lo ocupa el Crucificado, enfocado e iluminado, mires a donde mires, al final la vista se te va a Él, el fondo acompaña bastante y los nazarenos de los lados, en un segundo plano a pesar de que están más cerca y se perciben de un tamaño mucho mayor. Se trata de expresar con un fotograma, lo más importante del Mensaje de Cristo. Él es la luz y el centro de nuestras vidas, nosotros estamos con la cruz a cuestas y en penumbra. Desde el punto de vista técnico, para quien entienda un poco de esto, la fotografía está tirada con una velocidad de 1/40, a iso 800 y con una apertura de diafragma de 1.4, con una focal de 25mm equivalente en el estándar de 35mm a 50mm.

Y por último, ¿qué equipo fotográfico sueles usar en Semana Santa?

Hace años dejé las réflex y me pasé a las máquinas compactas de óptica intercambiable. Concretamente al sistema micro4/3 que usan olympus y panasonic. Como todo, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Por una parte es un equipo que me puedo permitir, que es mucho más ligero, lo cual me permite ir con dos cámaras a la vez. En la mochila siempre llevo un objetivo zoom, un 12-50 (24-100), que utilizo cuando hay luz de sobra. Y luego todo lo demás son focales fijas. Llevo un 60mm (120) macro 2.8 con el que hice el año pasado la conocida foto del ojo del nazareno. Un "ojo de pez", 7.5mm f3.5 para cosas algo más retorcidas, y luego el triplete de focales luminosas con las que hago todas las fotos cuando la luz ya escasea: un 17mm (35) 1.8, un 45mm (90) 1.8 y lo mejor de todo lo que tengo, el más luminoso, un 25mm (50) 1.4.

No llevo flash, ni trípode. Llevo un monopie que en determinadas situaciones uso para elevar la cámara y hacer fotos a una altura similar a la que me daría una entreplanta en un edificio (a mitad de camino entre un bajo y una primera planta), y para poder disparar, uso un disparador inalámbrico, aunque una de las máquinas también la puedo controlar por wifi con el móvil, pero me resulta más aparatoso que usar el disparador y la pantalla de la cámara para hacer la composición.

Y luego ya, lo que digo siempre y no me cansaré de repetir. Con la mochila vacía, antes que nada meto cada año una buena dosis de ilusión y otra de humildad, vaya a ser que la llene de trastos y luego tenga que salir a la calle sin ninguna de esas dos cosas. Que sin formar parte del equipo, desde un punto de vista técnico, son las dos cosas más importantes que llevo conmigo. No me considero un fotógrafo cofrade, soy un cofrade, aprendiz de fotógrafo.

Gracias por tu atención Víctor.

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