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Así que pasen quince días...
02.02.21 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes
...llegaremos al inicio de la Cuaresma de 2021 que será diferente pero que, esta vez, no nos va a pillar por sorpresa como ocurrió hace un año cuando la pandemia nos invadió y se instaló en nuestras vidas de una manera tan sorprendente como cruel.
Podría parecer que es un nuevo aislamiento, que tras quince días nos permita salir de un posible contagio o nos ayude a prevenir contagiar a otros. Con este símil tal vez lo comprendamos mejor, ahora que conocemos lo que es confinarse quince días.
Porque son quince días lo que nos separa de una nueva Cuaresma. Y en este 2021 no tendremos muchos de los actos externos y de los encuentros, cultos, besamanos, traslados, víacrucis, cuartelillos, ensayos o preparativos que, en estas fechas, son propios en las cofradías para ir preparando la Semana Santa. No tendremos algunos de los habituales actos que nos ofrecen saetas o marchas procesionales, ni las conferencias o charlas que, de una u otra forma nos ilustran sobre una fecha tan enraizada en nuestras costumbres cofrades y que, junto a los pregones, exaltaciones o exposiciones, que nos hacen "pasar en la gloria cuarenta días" como decía un viejo verso cuartelero de Puente Genil.
Pero como todas las cosas, la situación que vivimos puede hacer que veamos, con otra mirada, este tiempo excepcional de la Cuaresma que nos recuerda los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto. Y puede ser una Cuaresma que algunos han considerado como revolucionaria, porque si nos paramos a pensar, la pandemia no ha hecho otra cosa que llevarnos a todos al desierto, que podemos reconocer en todo lo que está pasando y que, no lo olvidemos, es una de las figuras que nos propone este tiempo litúrgico de preparación a la Pascua.
Y así descubrimos este desierto no solo en lo cotidiano de nuestras vidas sino en el exterior de una realidad que estará vacía de aquello que pensábamos que no íbamos a dejar de tener. No solamente desde la perspectiva cofrade.
Hemos descubierto una fragilidad cierta, de la que apenas éramos conscientes ni habíamos imaginado en nuestra realidad diaria. Hemos sentido, aún lo estamos padeciendo, que el bienestar del que veníamos gozando es también caduco y quizá eso nos haya acercado a todas las personas del mundo que sufren por vivir en un desierto, en el sentido de conocer lo que supone no tener ni lo necesario. E incluso hemos visto la muerte tan de cerca y tan sola, a causa de una enfermedad que no sabíamos como combatir. Porque la Cuaresma nos da la clave y quizá nos muestre la crudeza de todo esto, con el significado espiritual de aquella antigua fórmula: «Recuerda que eres polvo y al polvo volverás» que como decía Benedicto XVI "recuerda nuestra fragilidad, incluso nuestra muerte, que es su forma extrema".
Pienso que todo esto nos ayuda también a ser más solidarios, a acompañar, a empatizar, a ayudar y a comprender. Hemos aprendido, o lo estamos haciendo, que esta situación nos hace frágiles en la salud, en la enfermedad, en el tener. Y conocemos una situación que, lamentablemente no es extraña para muchas personas en su vida cotidiana que veíamos de lejos y que ahora nos ha hecho también comprender y vivir en primera persona. Carencias, enfermedades, crisis, aislamiento, soledad, abandono, falta de medicamentos, migraciones, persecuciones, guerras y un largo etcétera que, aunque sea de paso y no en tan duras condiciones como en otros lugares, hemos vivido en primera persona y en este mundo nuestro tan preparado para todo. O eso nos creíamos.
He usado, parafraseando, el título de una obra de Lorca - Así que pasen cinco años - que fue considerada como irrepresentable cuando fue publicada por su autor en 1931 dentro del denominado teatro imposible del genial granadino. Y lo he usado porque, así que pasen quince días, tendremos un nuevo Miércoles de Ceniza abriendo las puertas a una Cuaresma diferente, donde no vamos a tener representaciones de nuestra religiosidad en la calle y por tanto se hace imposible una Semana Santa tal y como estábamos acostumbrados a vivir.
Por eso, quizá tengamos que aprovechar la oportunidad que nos va a brindar el nuevo y pandémico escenario de la Cuaresma y Semana Santa de este 2021 para "profundizar un poco más en el sentido de este tiempo y dar posibles pistas para vivirlo con otra intensidad". El papa Francisco nos invitaba en su mensaje para la Cuaresma de 2020, a vivir "un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón".
Debemos aprovechar este paréntesis para reordenar un poco todo, en nuestras cofradías, en nuestras celebraciones, en la propia forma de vivir ante una situación como la que se nos presenta, y así prepararnos algo mejor, con más detenimiento, no solo en el tiempo pascual que nos espera, sino los momentos cofrades que, si Dios quiere, podremos tener cuando todo esto pase.
Y si nos damos cuenta, nos servirá para renovar todo lo que hemos venido haciendo y hacer una revisión de todo ello. No porque lo que hacíamos no fuera válido, ni mucho menos, sino porque a veces merece la pena repensar, repasar y evaluar todo para actuar mejor y con más fundamento y fidelidad a lo esencial no solo de la Semana Santa sino de nuestra propia manera de ser y de vivir.
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