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sábado, 27 de abril de 2024 - 10:53 h

Pregón a San Rodrigo, mártir

Asunción y Ángeles y Demonios (IV-V)

Madrid: VIII Pregón de las Glorias de María

03.05.22 - Escrito por: Redacción / Mateo Olaya Marín

El pasado sábado 30 de abril, Mateo Olaya Marín pronunciaba en la Iglesia Parroquial de San Ildefonso y los Santos niños Justo y Pastor y ante la imagen de la Hermandad filial de la Virgen de la Sierra, de Madrid, el VIII pregón de las Glorias de María, organizado por la hermandad madrileña de la Borriquita. Presidido por el Rdo. Padre y responsable diocesano para las Hermandades y Cofradías de Madrid, D. Jesús Junquera, acompañado por el Hno. Mayor de la Hermandad filial en Madrid de la Virgen de la Sierra y de la hermandad organizadora. Por gentileza del pregonero, publicamos el texto íntegro del pregón.

INTRODUCCIÓN - Quien te vio ... -

AVE MARÍA PURÍSIMA

En esta tarde madrileña, ahora que todo está resucitando, te saludo con las mismas palabras del ángel Gabriel. Y lo hago delante de ti, Madre, en este cruce de los caminos marianos que es Madrid, lugar sagrado para Ti, bajo el calor del templo de San Ildefonso que hoy es balcón de la palabra para exaltarte. Ante ti, Virgen de la Sierra, me tiembla el pulso y me cuesta abrir los labios, para encontrar la palabra exacta que diga lo que mereces y te describa con la justa plenitud.

En esta tarde del último día de abril, cuando en el Evangelio abrimos las páginas de Juan que relata la aparición de Jesús a sus discípulos, junto al lago Tiberíades, ponemos nuestra mano en el corazón, miramos al cielo y estás allí, con el Padre, Cardenal Amigo.

Fray Carlos Amigo, arzobispo emérito de Sevilla, ya ha dejado sus sandalias y su túnica, cual apóstol con cárdeno solideo, y se ha levantado al escuchar la misma voz que Jesús dijo a Pedro cuando volvió de pescar: "Sígueme". Ha abandonado la tierra para irse al cielo. A la voz de sígueme, al golpe del llamador del capataz de los capataces, como si estuviera bajo el palio de las Vírgenes a las que tanto predicó, o bajo el paso de los Cristos de las cofradías a las que tantísimas palabras, envueltas de vocación y cariño, brindó usted ... se ha ido, pastor de ovejas y pescador de hombres. Obedeció al Señor como un apóstol, junto al lago, y echó las redes. Sus redes fueron la bondad, su entrega y amor a Dios.

A la voz de sígueme, ha dejado de ser aquí ministro de Cristo, para serlo en el cielo. ¡Sígueme! ¡A esta es! que tañen las campanas de luto en las iglesias. ¡Sígueme! Que Sevilla ha derramado lágrimas por su muerte y le ha tributado todos los honores que merece. ¡Sígueme! Escuchó ... y ya reposa desde hoy junto a la Virgen de los Reyes. ¡Sígueme! Escuchó usted ... Y le siguió en este mundo, edificando iglesia, construyendo puentes con su incomparable carisma, que no hay rincón al que su testimonio no haya llegado y que no hay mayor reconocimiento que la gloria de María que usted se ha ganado.

Cuánta paz repartió, cuánta paz sembró; cuánto cariño derramó. Cuánto amor, sin duda -siempre sin dudar- regaló. Cuánto calor rezumaban sus palabras y con ellas a millones de almas ayudó. Cuánto vamos, cuánto van, de menos, a echarle. Cuánto le han querido en esta hermandad madrileña, que le ha conocido, porque fue quien vio nacer a la Madre de la Anunciación, que hoy en su nombre viste de luto, cuando bendijo su sagrada imagen en el Carmen de Madrid; ofició cultos en esta hermandad y atendió siempre sus necesidades. Cuánto le han querido en esta hermandad, que sienten que se les ha ido un pastor, un enviado de Cristo y un amigo. Así le están recordando desde Sevilla hasta Madrid, como un amigo. Descanse en paz eminencia, descanse en paz Cardenal de la tierra de María, descanse en paz Carlos Amigo.

Quiero contar lo que Madrid guarda de ti, en estas vísperas del mayo que hace florecer los perfumes a rosas y jazmines, para subirse al altar de tu presencia. Quiero contar lo que Madrid presume de ti, con esos nombres que luces, María, y que su historia los cubre de raigambre con el tornavoz de las generaciones que, visita tras visita en sus capillas, mantiene viva su mariana esencia. No hay plaza en Madrid, ni jardín, ni palacio real ... ni oficina, ni rascacielo, estación de metro que no haya escuchado una salve y un amén. Por eso ... Virgen, por eso Madre ...

Amén a tus ojos que a los nuestros mira.
Sí a TI, Madre, y a la luz que te crea.
Amén a tus perfiles y a la Aurora que nos guía.
Sí al divino fruto que de tu semilla germina,
y al anhelo de nuestro cielo por donde nuestra alma camina.
Amén a los rosarios que te rezan y al resplandor de tu gloria.
Que si alguien se ha sentido alguna vez aliviado de sus penas,
descargado del peso de sus miserias,
es porque a ti ha acudido, es porque de tu gracia ha bebido.

Amén a ti, María, la estrella de nuestro universo y el horizonte de los caminos que andamos.

Y es que...

Quien te vio, jamás podrá olvidarte. Quien te ha visto, Madre, siempre te recordará y no puede negarte. Quien haya abierto en algún momento de su vida su corazón, su alma, o sus ojos, incluso sus oídos, a Ti ... te habrá sentido, te habrá intuido y jamás podrá olvidarte. Quien te haya rezado alguna vez, sabe que ahí, ante Ti, todo es verdad, nada es oscuro ni ensombrecido, ni confuso ni frío; todo es puro, limpio, claro, cierto, con el misterio de tu sutil presencia, con el misterio de tu condición divina, pero con la seguridad de que te revelas hasta en los detalles más pequeños. Quien te haya buscado, sabe que te ha encontrado.

Te llamas María y todos te llamamos de numerosas formas, tantas como formas hay de quererte. Porque dijiste que SÍ, para toda la eternidad. El SÍ, de María de la Anunciación que en mayo visita las calles de este barrio en rosario. El SÍ de la esclava del Señor, para que se hiciera en ti según su palabra y su voluntad. Fuiste la puerta de ese SÍ al que todos estamos llamados, para seguir su cruz, su camino y su palabra. Por eso hoy decimos Sí a tu Hijo, y SÍ a Ti. Dijiste sí, para ser sagrario de Dios, para que en ti el verbo se hiciera carne, para que de ti germinara la semilla que es principio y fin de todo. Diste a luz, a la luz del mundo y que afirmamos en el credo: dios de dios, luz de luz. Y tú eres el manantial de la luz, el manantial de Dios de Dios porque así lo proclamamos en la oración: bendito sea el fruto de tu vientre ...

Y es que todo estaba previsto antes de que TÚ, María, vieras la luz del mundo. No estaba creado el mundo, cuando tú estabas ya destinada. No cantaban los pájaros, ni los verdes coloreaban los prados, ni las flores podían estallar en la primavera; no existían las hojas que desvisten los árboles, no existía el agua que riega los campos, ni las manos que lo labran, no existía ni siquiera el tiempo .... cuando Dios te había escogido para que se cumpliera lo que estaba escrito.

Eres el faro de nuestros pasos en cada día, de todos los días del año. Que no hay amanecer, ni mediodía, ni tarde, ni noche que a ti volvamos nuestra mirada para rogarte. Que no hay estación ni época del año que no dediquemos nuestras oraciones para ensalzarte.

Que no hay nada que pare ese huracán de devoción que arrastras; que no hay nada ante la imparable fuerza de tu condición de Madre y creadora de tantas cosas. Que no hay nada ante la irrefenable belleza de tus obras, de tu ejemplo y de tu testimonio. Que no hay nada que pueda con el volcán de tu luz, que borra el mal del mundo. Que no hay nada que diluya tu grandeza pues te siguen llamando dichosa todas las generaciones. Que no hay nada capaz de estar a tu altura, porque si santo es Dios, santo es, también, tu nombre.

Que nada te empañe. Que nada ni nadie te manche. Que los siglos han ido pasando, y ante guerras, barbaries, epidemias, males y desmanes, ante incendios e injurias, ante ofensas y ataques solo cabe una certeza; solo queda algo irrefutable; solo queda lo que no tiene duda. Solo quedan tu sol, tu luna, tus días y tus noches, tus estrellas y tus mares; solo quedan tus ríos, tu sierra, tus valles, tus marismas, tus caminos, tus aldeas, pueblos y ciudades.

Solo quedan las iglesias que se han levantado en tu nombre a lo ancho y largo del mundo. Solo quedan las catedrales consagradas para TI, solo quedan los millones de hijos de TI, de seguidores de tu divina maternidad, solo quedan los enamorados de TI. Solo quedan los que a ti suspiramos gimiendo y llorando, como cantamos en la Salve, en este valle de lágrimas.

Solo queda el amor de los que te quieren sin condición, tanto de los pobres como de los ricos, de los engreídos que ante ti se desvanecen porque no hay torre más alta que la tuya, de los tratados injustamente, de los que mueren por seguirte; solo queda el amor de los que no quieren perderte, de los que luchan cada día por mantener la llama que les calienta para levantarse y continuar andando. Solo queda el amor de los que viven en la resignación, esperando encontrar el cielo donde habitas. Solo queda el amor de los que mueren en soledad, de los que te defienden si alguna boca osa abrir los labios para burlarse de Ti.

Que nada, ni nadie, te contradiga. Que todos porfíen, griten y proclamen que eres sin pecado concebida. Que solo queda la VERDAD, que eres TÚ ... Que sí, que ante tu SÍ, tu verdad, solo cabe una cosa, solo cabe el aire que nos traiga el canto inmaculado que diga: ¡tú eres la Gloria, tú eres María!

SALUDOS PROTOCOLARIOS

Rvdo. Padre D. Jesús Junquera, delegado diocesano de hermandades y cofradías de Madrid, señores concejales del Distrito Centro representantes del Excmo. Ayuntamiento de Madrid; Ecmo. Sr. D. José Luis Arranz, Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil y sra. Dª Julia, Señor Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Muy Ilustre Hermandad Sacramental y Penintencial Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús del Amor en su Sagrada Entrada Triunfal en Jerusalén, María Santísima de la Anunciación y Nuestra Señora del Rosario y Patriarca Glorioso y Bendito Señor San José, vulgo "La Borriquita"; hermano mayor y Junta de Gobierno de la muy querida Hermandad Filial en Madrid de la Virgen de la Sierra, patrona de Cabra; miembros de cofradías de gloria de Madrid, cofrades de Madrid, devotos de María ...


UN DEVOTO AGRADECIDO

Buenas noches a todos por vuestra presencia. Por honor y respeto, por gratitud y admiración, debo en primer lugar agradecer a la Junta de Gobierno de esta querida y entrañable cofradía de la Borriquita de Madrid, por haberme nombrado pregonero en esta edición de las Glorias de María. Algo en lo que hay, sin duda, mucho atrevimiento, por cuanto soy un simple cofrade, que viene de la localidad cordobesa de Cabra y que ajeno a la vida diaria, al esfuerzo cofradiero que se emplea en esta ciudad, se planta en este atril para exaltar las glorias de la Virgen.

Pero ante todo, considero que todo cristiano, que todo católico ... que todo mariano que profesa su profundo amor a la Virgen, habla el mismo lenguaje, hablamos el mismo lenguaje. A todos nos une lo mismo y podemos reconocernos en las mismas palabras, sentimientos y emociones hacia la Virgen. Nos entendemos a la perfección; no hay obstáculos que impidan que nos podamos comunicar hablando de la Madre de Dios, sin mayor confusión, porque los que con el corazón se hablan, con el corazón se entienden.

No debo proseguir en mi exaltación sin dirigirme a ti, Carlos. Por tu confianza en mí, por tu cariño y atención; por la pasión que pones en todo lo que está relacionado con las cosas de Dios; por tu afán de engrandecer Madrid y sus cofradías, por el ímprobo trabajo en el que con todos tus hermanos ganáis el tiempo para que no haya mejor pórtico en Madrid que un glorioso Domingo de Ramos. Nos unen vínculos, Carlos, desde Cabra hasta aquí, en un puente mariano que enlaza las manos unidas de la Soledad y el manto de una Virgen Serrana, con la realeza de una Almudena a la que esta Villa le reza. Gracias.

Y pienso ... ¡Qué suerte tiene Madrid! Qué suerte tienen los madrileños con ésta, su hermandad de la Borriquita, porque nos acercan a las Glorias de María. La iglesia ve en María la puerta de la vida, pues dio a luz a quien es la vida, a quien se hizo presente en la eucaristía para la eternidad con su cuerpo y su sangre y que en su resurrección, triunfó sobre la muerte. Ahora, que celebramos la pascua de resurrección, que somos como los discípulos de Emaus que estamos observando e identificando a Jesús en sus palabras, en sus revelaciones y en cómo partía el pan, hablar de María y sus Glorias, es hablar de la vida y de reconocer sus más excelsas formas y presencias en nuestras vidas.

Y esta hermandad madrileña, nos abre esa puerta; nos ofrece esa llave para que entremos a este templo grandioso del centro madrileño, y hablemos de nuestra Madre. Que si hay ofrendas florales para la Virgen, no son menos importantes las ofrendas verbales, es decir, las palabras que de Ella podamos decir y pronunciar.

Tan importante son las glorias de María, que esta entrañable cofradía dedica, desde esta letífica visión, dos advocaciones gloriosas de María en sus Sagrados Titulares: María Stma. de la Anunciación y Ntra. Sra. del Rosario.

Señora de la Anunciación. En ti, está el principio de la salvación, porque, como nos dice Juan el Evangelista, tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo para que se salvara por medio de él; y encontró en ti el medio, la forma de ofrecer a su hijo según sus planes. En tu cara, blanca, serena y pura encontramos el candor y la pureza de la Madre que se abre a la voluntad divina cuando el ángel le anuncia que dará a luz a un niño que llamará Jesús y cuyo reino no tendrá fin.

Virgen del Rosario. Estás en los adentros de esta hermandad que te venera. A ti llegan oraciones y se celebran cultos en tu nombre; pero tu imagen está aun en ese estado donde la ilusión va forjando y dando forma a la tensa espera de las grandes cosas que se anhelan. La gubia aun está resonando y así Rosario, que eres idea y madera que está creándose, recoges la advocación gloriosa que nos evoca los misterios de tu gloria. Y hoy, te sueñan, y te soñamos, como Reina del mundo vestida de sol, con la luna bajo tus pies y coronada de doce estrellas.

Por estas dos advocaciones gloriosas que tienen los Sagrados Titulares de esta cofradía y porque pasada la Semana Santa en la que hemos celebrado la Pasión y Muerte, hay algo que debemos mantener sin condición. Como bien nos exhortaban hace pocos días: no le sigas solo el Domingo de Ramos. Porque Cristo vive, sigámosle todos los domingos y todos los días del año. Porque Cristo vive, sigámosle todos los días a Él y a su Madre. Y por eso, hoy cobra toda la vigencia e importancia este acto que pretende ensalzar a la Virgen para seguirla hoy, como ayer y mañana.

Lejos queda septiembre de 2019. Fue entonces cuando pudimos compartir aquel primer momento, en un jubiloso domingo de septiembre en Cabra, en un mes donde los egabrenses vivimos como el regalo anual de tener a nuestra patrona con nosotros. Recuerdo muy bien aquel día, donde miembros de la Junta de Gobierno de esta hermandad de la Borriquita de Madrid visitaron Cabra y por supuesto, a la Virgen de la Sierra en el interior del templo parroquial de la Asunción y Ángeles, donde la patrona permanece en torno a un mes, para volver de nuevo a su ermita ya en octubre.

Después, poco puedo contar aquí que no sepamos ya y que en esta ciudad, Madrid, por desgracia se ha vivido y sufrido tanto. Pero vayamos al presente, más esperanzador. Volvemos. Hemos conseguido volver y aquí estamos, hoy sábado 30, con nuestros corazones rebosantes de amor a la Virgen y sintiéndonos afortunados al vernos vivos por tener ya, por fin, una nueva Semana Santa expresada y representada en la calle.

Tantas formas, tanto severas y alegres, tiene la Semana Santa madrileña; tantos cofrades y devotos que denodadamente trabajan en sus hermandades desde la capital de España, que merecían esta vuelta a la vida misma para que se reconocieran en el espejo de la grandeza que vosotros y vosotras construís y estáis construyendo a través del tiempo.

Una Semana Santa que ha traído el hecho histórico de ver a vuestro Sagrado Titular, Ntro. Padre Jesús del Amor, saliendo en estación de penitencia el Domingo de Ramos por la puerta de la Catedral de la Almudena, entrando triunfalmente en la Jerusalén madrileña entre alabanzas de trompetas y el andar impetuoso de su cuadrilla de costaleros.

Y así, estamos viviendo esos acontecimientos que por fin cierran unas puertas -la de la pandemia- y abren otras, la del nuevo horizonte esperanzador, contigo María en el interior de tus iglesias y en el templo que son las calles cuando tu fragancia nos colma de bendiciones.



MADRID: CRUCE DE CAMINOS DE MARÍA

Madrid es el centro de los peregrinos de María; el destino de los devotos de la Virgen. Madrid es tanto la capital de este reino, como la capital de la devoción mariana. Y creo que no exagero ante esta afirmación.

Ese cruce de caminos que supone su ubicación, el hecho de que sea centro y capital de España, que a este lugar acogedor y hospitalario, durante décadas, hayan venido millones de personas en busca de un mejor porvenir, recibiendo un movimiento migratorio de grandes dimensiones, hace y la convierte en un auténtico centro donde podemos contemplar y conocer la mayor parte de las devociones marianas de España, incluso más allá de nuestras fronteras.

El mapa devocional de la Virgen está representado aquí, porque Madrid es cruce de los caminos de María. Aquí, cualquier persona puede saber y conocer numerosas advocaciones y devociones en torno a la Virgen, que se dan en multitud de localidades y ciudades españolas. Y por ello Madrid ha sido, por así decirlo, como la casa de los recuerdos y de los afectos marianos; el hogar más diverso de las emociones y de la fe mariana.

Más allá de las advocaciones propias de esta ciudad, Madrid alberga en muchas de sus iglesias y capillas las devociones de patronas de pueblos, ciudades y gremios repartidos por toda España, así como tallas que son réplicas, cofradías y asociaciones de fieles de advocaciones de la Virgen procedentes de sudamérica; y que aquí se concentran en esa necesidad del hombre y de la mujer de tener cerca al ancla de su fe, a la piedra angular de su existencia y creencia religiosa. En Madrid se han instalado las tradiciones más elementales de muchos pueblos, que recorren los más profundos veneros de la esencia de la religiosidad popular, buscando fijar su patria chica en un sitio alejado de la tierra natal. Hermandades filiales, organizaciones religiosas y todo tipo de entidades se han fundado en esta ciudad a lo largo del tiempo para asentar en cada ocasión lo que podríamos denominar como una colonia de devotos.

Por eso, Madrid ha sido y sigue siendo, esa custodia de las emociones y sentimientos más íntimos, de los anhelos más especiales y de la fe más inquebrantable. Ni la distancia ha podido erosionar los más altos sentimientos, cuando aquí siempre han estado los brazos abiertos para que quien abandona su casa ... se sienta como en ella. Aquí la casa de la Virgen, los templos que se alzan hasta el cielo de Madrid, son la casa de todos y así, por derecho, se convierte Madrid sin duda en el faro devocional de España en lo que al culto a la Santísima Virgen se refiere, en sus distintas advocaciones.


BAJO EL SUELO DE MADRID

Y precisamente por esta riqueza mariana que tiene Madrid, por esa función que ha asumido esta querida ciudad, la más cosmopolita en lo que a la devoción mariana se refiere, tenemos hoy aquí, presidiendo este entrañable acto a la sagrada imagen de la Virgen de la Sierra de Madrid, titular de la hermandad filial madrileña de la Virgen de la Sierra de Cabra, patrona de esta localidad cordobesa, con sede canónica en la iglesia del Inmaculado Corazón de María y que se venera en la cripta de dicho templo.

La hermandad filial en Madrid de la Virgen de la Sierra, se originó en una época crucial en la devoción serrana. En el primer tercio del siglo XX, se produjo una revitalización de la devoción a la Virgen de la Sierra, de grandes proporciones motivadas por una serie de acontecimientos y hechos en los que la persona de d. Manuel Mora, como hermano mayor entonces de la Archicofradía en Cabra, y posteriormente su hijo, fueron determinantes para que el fervor mariano de la patrona de Cabra alcanzara fuerza y se extendiera con impulso sobre distintas zonas de la geografía española. En este contexto nacieron varias filiales en ciudades como Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Málaga ... y Madrid.

En plena postguerra, en torno a 1949, un grupo de egabrenses residentes en Madrid, tomaron la determinación de fundar una cofradía filial de la matriz egabrense, radicando en un principio en San Martín y finalmente en su actual sede canónica en el templo del Inmaculado Corazón de María. Como el árbol trasplantado, estos egabrenses que llegaron a Madrid dentro de ese movimiento migratorio que se dio con frecuencia en aquellos años desde los pueblos hasta las ciudades, desde las zonas rurales hasta las grandes zonas urbanas, quisieron que aquellas raíces que un día abandonaron su tierra, tuvieran asiento en el nuevo suelo sobre el que vivían, para así seguir creciendo en su devoción mariana.

El vacío de su ausencia, no venció al anhelo de volver a sentir su presencia. Y así, en Madrid se tejió un trozo del cielo egabrense. Y en algún punto de su intricada red de grandes calles y avenidas, estaría un refugio que les evocara las emociones más íntimas y especiales de la ciudad que los vio nacer, para seguir el culto a su patrona, cultivarlo y a la vez hacerlo crecer para las nuevas generaciones y ensanchar y agrandar la devoción a la Madre de la Sierra a personas que sin ser necesariamente de Cabra, pudieran sentirse movidos y atraídos por la figura de la Santísima Virgen en su advocación de la Sierra.

Señora que esperabas en tus principios en San Martín
y más de medio siglo llevas recibiendo desde el corazón de Madrid.


Quiso Dios revelarse en tu seno sin pecado original.
Quiso Dios la luz perfecta solo pensando en Ti
para que llegara sin apenas rozarte y prender la vida en tu limpio y puro corazón.
Que el amor que de ti germinó, es el mayor de los amores concebidos.
Que la verdad que de tu vientre nació hasta los ángeles cantaron y anunciaron para que el mundo te conociera, por siempre, como la Madre de Dios, porque el corazón del Señor no podía crearse en mejor corazón que el tuyo: Innmaculado corazón de María.

Tiene Madrid una Virgen pequeñita
en un templo que se consagra al limpio corazón de María.
Que si en las entrañas se encuentra,
si es en el corazón de Madrid,
es porque ante todo la Virgen está en el corazón
de los hombres y mujeres que la habitan.

Si el Señor nació de tu corazón,
en tu corazón limpio habitamos tus hijos,
los peregrinos de este mundo,
que necesitan de tu cercanía si no quieren perder la razón.

Porque eres la casa viva de Jesús,
aquí, también, está tu casa, para que los egabrenses de sus recuerdos vivan.
Y si procedentes de Cabra con amor te pensaron,
de aquí, de Madrid, eres también Señora,
divino madrigal, de nuestra vida excelsa Aurora.
Que no hay más cielo, que ese cielo, el de tu cripta,
porque para ellos el cielo en Madrid...
está bajo el suelo.

Tiene Madrid una Virgen,
que siempre con sus manos nos guía,
que hasta cuando sale de su cripta,
para visitar este templo,
quiere Ella que uno de sus peregrinos,
por la puerta justamente pase y, bajando la ventana,
aclame con fervor esa voz que a todo egabrense identifica.
El aire de la Subbética, el aire de la Sierra
hasta el corazón de María llega.
De Cabra viene, a Madrid llega, pasa por su puerta y grita ...
¡Viva la Virgen de la Sierra!

Tiene Madrid una bandera
que aquí, como allí, sus devotos la besan
porque son cuatro los colores que representan su vida entera.
Alza su vuelo arco iris desde Cabra hasta aquí;
y extiende su manto sobre las sienes de tus hijos,
los desterrados hijos de Eva.
Tiene Madrid una bandera
que no es una enseña cualquiera,
de rojo, amarillo, blanco y verde,
se tiñen los corazones de los que te veneran.
Tiene Madrid una bandera y es la bandera de la Virgen de la Sierra.

Desde Cabra hasta Madrid, no hay distancia que separe al deseo de rezarte.
Desde la Sierra hasta Madrid, no hay kilómetros más grandes que la razón de tu existencia, para a ti encomendarte.
Hoy te imploro aquí, devoto ante ti, enamorado de ti
porque si de allí vengo, de aquí también en parte soy.
Te llamas de la Sierra,
allí en la cumbre y aquí en el corazón de Madrid,
allí en la casita blanca y aquí en tu cripta.
Así, sencilla y humilde, hemos de quererte
porque no hay mayor grandeza que venir de aquella tierra.
Hoy te imploro aquí, como lo hago allí.
Que si allí hay que subir al cielo para rezarte
aquí no hay más cielo que tu cielo,
bajo el suelo de Madrid.
YO VENGO.....

Vengo de donde soy ...

Yo vengo de donde el agua nace de las piedras, a los pies de la sierra que lleva su nombre. A borbotones, de entre las grietas, regando las huertas que desde tiempos inmemoriales hombres y mujeres labraron, con surcos en el suelo y ojos que cada día miraban arriba buscando tu lucero. Vengo de allí, donde el cielo está en la sierra coronada por una casita blanca que alberga a la que es su patrona, la Virgen de la Sierra. Vengo de allí donde un tambor y una bandera fueron entregados al pueblo como mejor ofrenda de la reconquista de sus tierras, que devolvieron con semejante proeza el culto a Santa María de la Sierra.

Vengo de allí donde los siglos han amasado una devoción sin fronteras, desde tu pueblo, hasta los confines de la tierra. De allí donde el día se estrena por entre los riscos que encumbran tu santuario, y adonde todas las miradas van a parar buscando consuelo y aliviar sus penas. De allí donde muchas mujeres llevan tu nombre y hoy enamorado vuelvo a agradecerte que me permitieras conocer a mi mejor compañera, pues de entre nuestra unión nació la persona a la que miro y daría por ella la vida entera.

Vengo de esas casas donde estás hasta en los pucheros y entre la familiaridad con la que se te trata, hay vulgos y sobrenombres que solo ponen cariño cuando te llaman. Soy, con orgullo, de esos ángeles de la tierra, hombres y mujeres humildes y generosos, que ponen sus hombros para llevarte allí donde tus plantas reclaman. Costaleros de la Virgen de la Sierra, que si unos le dicen guapa y otros le dicen bonita, vosotros le decís viva la Mama Sierrita.

Soy de donde muchos te conocen como la Celestial Viajera, Divina Serrana, Señora de los campos de la subbética cordobesa. Soy de un paisaje de caliza y encinas, que se eleva como un templo de piedra sobre un caserío blanco que se llama Cabra. Soy de donde existen barrios de callejas por donde muere la tarde, que en el Cerro se erigió el primer templo a ti consagrado, a Santa María, y que en la Villa tiene a la Asunción, con su torre, como el balcón que mira al certero horizonte. Que no hay distancia que pueda salvar el anhelo de recordarte, Madre de la Sierra, tan solo con mirarte, desde la Asunción hasta tu casita blanca.

Soy de donde el viento se corona con los cuatro colores de tu emblema: bandera y mastil, que vuela sobre el cielo egabrense empuñada por el eterno Manolo Sabariego, en nuestro recuerdo, ante el latido de un tambor que redobla; que si redobla el tambor, nos tiemblan hasta las entrañas, que está sonando la misma historia en nuestros adentros; que está llamando el tambor a lo más profundo de nuestros sentimientos.

Soy de donde te bajan un cuatro, a las cuatro, para atravesar las siete leguas de camino que cantan las sevillanas, hasta llegar a tu pueblo que te abraza. Soy de allí donde si mi alma desfalleciera, si mi alma se muere, tengo cada año un septiembre para que se renueve.

Soy de donde unos cordeles te siguen, manos agarradas a ellos, rezos anudados en sus metros, que sostienen tus andas de plata. Soy de una nube de polvo que envuelve tus destellos; de unos reflejos de sol que prenden la blancura de los nardos que te perfuman, de un azul que solo el azul de tus ojos tiene, de un perfil que solo el perfil de tu cara morena sostiene. Soy de unas palmas que te cantan, de unos vivas que te piropean con un "guapa, guapa, guapa". Soy de un pueblo que te quiere con sus maneras, fiel, comprometido contigo, hasta el final.

Soy de una Salve que se te reza, un tenor que canta y un pueblo que contesta, de las carrozas con flores de papel que te conducen a los Arcos donde la ciudad se arrodilla ante ti como Alcaldesa Perpetua. Soy de un pasacalles con Viva mi Pueblo, de volantes de gitana, castañuelas y guitarras, de un vino de la tierra para regar nuestra alegría de volver a verte, de unas promesas en centenaria romería.

Soy, Amorosa Madre, de un 8 de septiembre, del día de tu solemnidad, de los fuegos de artificio en tu honor, de los cantos del Centro Filarmónico, de los clarinetes que te tocan con devoción, de las velas que alumbran el camino que precede a tu altar sagrado. Soy de la estampa clásica, inmutable, de tu venerada efigie de Madre de Dios bajo templete de plata y la media luna a tus pies, que todos soñamos cuando sentimos que nos alejamos.

Soy de la novena, de las oraciones de Fray Diego José de Cádiz, de las misas que los pueblos, filiales y los gremios te dedican. Soy de donde unas murallas defienden tu trono, allí donde las palmeras pespuntean el cielo y son faros verdes de los días que te cobijan. Soy de los rosarios que te dedican; de las vísperas de tu partida, de los conciertos de tu banda de música y de la subida, con el aire fresco de la aurora que anuncia el viaje de vuelta a tu hogar de la sierra.

Soy del camarín que te guarda, de las visitas a tu ermita cualquier tarde del año, o con el aire limpio de una mañana de domingo; de los narcisos, orquídeas y jaras que florecen a tus pies; soy de las peticiones que prenden en el velario y que te confiamos; soy de las viandas que compartimos en tus alrededores; de esos atardeceres privilegiados desde la atalaya de tu casa, de los campos torre vigía. Soy de tus miradores, que por sus amplias vistas se conocen como el balcón de Andalucía.

Soy de allí donde las paradas en el camino se bautizan con nombres que llevan sugerido el eco de tu andas. De la Viñuela donde me quité el sombrero (ya lo dice la canción), de la cuesta de las promesas que unos pies descalzos desandan, de los colchones donde la sed se sacia; soy de la casilla La Salve, sevillanas a ti te cantan; y soy de Góngora, cuando la tarde en Cabra se dibuja en el rayo de luz que se ofrece a tu cara.

De todo eso soy, de lo dicho y de todo lo que es imposible decir hoy, porque lo eres todo y nunca habrá suficientes palabras para hablar, todo, de ti. De todo eso soy y así lo llevaré hasta el final de mis días, porque el día que no esté en la tierra, quiero ser, Madre, una garganta más de ese coro del cielo que cuando su pueblo cante, diga al unísono con las coplas en tu honor: ¡Madre Amada de la Sierra, no nos niegues tu favor!


TU LUGAR SAGRADO

Ha llegado el momento. Todo debe ser como antes. Todo lo que por ti se hace, debe volver a hacerse como siempre. Madrid ya tiene la flor para cortar y llevarla para perfumar tu regazo, ya sueña con los pasos que te sirvan de altar, con la sobriedad de tus plegarias y la fidelidad de las congregaciones que al toque de misa, a tus plantas van para celebrar función en tu nombre.

Posa, Madre, tu gracia sobre tu pueblo, que ya te canta en sus barrios, que ya te canta desde los silencios. Posa tu fragancia que ya la gloria espera, principia mayo y es la hora de sacarte por tus calles, con pompa y boato, con piedad y fervor, con libertad para expresar nuestra fe, la de nuestros mayores, con la más alta dignidad de reina, que hasta ti los Reyes te visitan en la ciudad donde radican, te veneran y te ofrendan.

Posa tu luz sobre Madrid que es lugar sagrado; La ciudad que te pide y te aclama, que lo hace con las maneras castellanas de la medida y la honda piedad mariana. Que si hay kilómetros y kilómetros que atraviesan la ciudad, ya ha querido tu pueblo, con la providencia entre las manos, dedicarte iglesias, templos y santuarios para que no haya kilómetro donde nadie pueda decir que no te siente cerca.

Desde Chamberí, donde ofreces perpetuamente el socorro para que sanemos de nuestras heridas del alma, y te llevan tus hijos que curan enfermos y auxilian los males; hasta La Latina cuando en San Pedro el Real los milagros han sobrevolado por entre los misterios de tu paloma.

En la elegancia catedralicia una ciudad está bajo tu protectorado, Almudena; irradia tu luz sobre los tejados para encender la Ciudad que está preñada de historias marianas, como los rincones de la plaza del dos de mayo donde sigue reposando en la memoria aquella tragedia de la historia con moribundos implorando a la Virgen de las Maravillas.

Se oyen en el horizonte los bronces de las gargantas porque la cofradía de los Gitanos al Carmen sacan, sobre su velero de amor por el centro navega, de los remos tiran sus fieles y se izan las velas para que el pueblo la vea. Bendita tú, Virgen del Carmen, porque creíste. Bendita tú Madrid, porque en María crees y te reconoces.

Posa Dios tu eterna misericordia, que en Usera, con el nombre de Fuensanta a las familias le secan el sudor de sus frentes y abrigan con obras sus difíciles vidas. Desde Murcia germinaron esos tallos, como así lo hicieron desde Huelva cuando en Santa Cruz se plantaron. Es en el barrio de Sol donde la Virgen de la Cinta se presenta en un cuadro que quisieron regalar sus devotos.

Posa Dios tus desvelos y que se hagan realidad los planes y los anhelos. Que si el fuego de tus enemigos, a cenizas quisieron reducirte, no cayeron en que el amor por ti es más fuerte que el calor de sus soflamas; y así, la fe que habitaba en almas, se hicieron hormigón y ladrillo para levantar tu casa. Madrid no se amilana ante quienes te amenazan y siempre se ha mostrado fuerte para que, entre otras, Covadonga y Merced tengan su casa.

Posa Dios tu dedo y que la ciudad te rece entera un credo. Celebran novena en tu honor y el calendario a tus plantas llama; los días son ya de octubre y a ti, Virgen, te dicen como esa planta que se asemeja al esparto y son seis estrellas, Atocha, que tu nombre engalana. No se ha hecho aun el día, cuando ya te han rezado un ave maría. Por entre el convento dominico, ya algún enfermo ha brotado de entre las intenciones de las primeras plegarias y han caído las rodillas en el suelo para mirarte fijamente en el sagrario donde eres pan del cielo. Late Cristo en el silencio, que la devoción a la Virgen de Atocha no solo se siente por fuera, sino aun más por dentro. Real y Basílica es el santuario donde aguardas, que aquellas paredes de nuevo se levantaron cuando las pavesas del odio no te pudieron eliminar del todo, pues brillas más que el fuego, eres la más alta luz del firmamento.

Que se abran puertas, balcones y ventanas; que se abran vuestro labios, hablen vuestros corazones y yo me sumo rezando con el alma mía. Es hora de sembrar el evangelio, en este zaguán de espera que a gloria porfía. Llega el tiempo a esta ciudad, que sus numerosas glorias ya tienen consagrados sus días. Llega el momento, cuando miro, te miro, y me digo:

Qué bonita está Madrid cuando te canta ...
Qué bonita está Madrid cuanto te reza ... María.




TU NOMBRE

Te llamas María, el más bello nombre.

No puede haber mejor título para quien asumió la carne que un día habría de hacerse eternidad en la eucaristía, que el nombre de MARÍA. En ti confluyen todos los nombres.

María, corredentora, eres el puente tendido hacia Dios. Casa de oro, vaso espiritual, espejo de pureza y de justicia, torre, piedra y asiento de nuestro credo. Eres el ejemplo de la fe inquebrantable, del seguimiento a Cristo sin mayores concesiones ni tibiezas, desde el pesebre hasta el Gólgota, desde su vida hasta su muerte. Ante el relativismo que vivimos, está el hermoso absolutismo de tu fe, entrega y amor a Dios.

Eres Reina, de los apóstoles y patriarcas, profetas y ángeles; reina de las familias y de la Paz que tanto necesitamos. Auxiliadora porque en ti buscamos refugio y ayuda. De la salud porque a ti acudimos para sanarnos, de la Esperanza porque necesitamos de Ti, para tener la certeza de que el camino no siempre tendrá espinas, que aunque no hay vida sin sacrificio, siempre hay esperanza ante la tribulación.

Eres altar del Cielo, de Araceli, Madre Dulce y Buena, que tal día como mañana saldrá acunada por tus santeros en brillante procesión desde San Mateo de Lucena; fragante flor hermosa, del Campo, que a paso horquilla paseas entre las calles blancas de Cañete; capitana de los océanos con el oleaje reflejado en tus mejillas, del Mar; eres Pilar sobre lo que todo se sostiene, Desamparados para los que vagan sin rumbo en la vida buscando tu manto; Remedios que sana heridas.

Cuánto te quieren en Madrid, María, que son muchas las Inmaculadas y Concepciones que te rinden culto; Auxiliadora en Salesianos; de la Antigua en Carabanchel; de las Nieves, Amparo, Valvanera; del Monte aquí te guardan y custodian los emigrantes de Bolaños de Calatrava; de las Maravillas: historia de Madrid en tu propio nombre, cofre devocional de esta parroquia.

Cuánto te quiere Madrid, María, que no hay estrellas en el firmamento para coronar tus nombres.

Eres morena y pequeñita como una Aceituna, que alarga el aroma a jara desde el cerro de Sierra Morena hasta San Ginés. En el Arenal, eres una antigua talla ante la que tantos madrileños y andujareños se han postrado como en la pintura de San Blas. Con qué mimo te pasean tus hijos cada primavera, con los ecos de Andújar en las céntricas callejas de Madrid. Mañana se estrena mayo y se oye en lontananza la música que bañará el barrio de tu gracia. Tres años las calles sin verte y por fin ya tu luz se anuncia, que de las puertas de San Ginés saldrás para hacerte presente. Viva la Virgen de la Cabeza, viva la Morenita.

Eres poderosa, clemente, digna de alabanza y veneración. En octubre te llamas del Rosario, que aquí es futuro cierto y fuente de la oración más hermosa donde bebemos para saciar nuestra sed; y también eres de Atocha, vetusta talla, arcaica imagen y origen del patronazgo y devoción mariana de esta ciudad. Virgen morena, regia, hierática y pequeña. En tu menudez no puede caber mayores grandezas. Ofreces al mundo a tu Hijo, que con tu izquierda sostienes. Símbolo de fe sobre la que descansa la historia de esta bendita y mariana ciudad. Tus hijos te cantan en el himno que eres bendita flor, Virgencita madrileña. No hacen falta ostentosos ropajes para reconocer la majestad de tu presencia en la basílica de tu nombre, que con tanta grandiosidad te custodia.

Tú, Virgen de Atocha, sobrevives al tiempo. Todo pasa, todos pasamos, pero Tú triunfas sobre el tiempo. Todo pasa, y tu rostro perdura. Madrid enciende la primera de sus glorias contigo y con el cirio de tu devoción alumbra nuestra fe entera. Madrid se extiende sobre ti, por los siglos de los siglos; se reclina ante ti, y ante ti se siente tranquilo porque sobre ti descansan todas las oraciones que de tus hijos brotan. Hasta hay viajeros, que cuando llegan a la puerta bautizada con tu nombre, vuelven sus pies en busca de tu santuario, para plegarse ante tu soberanas plantas y rezarte: Salve Madre.

En noviembre eres de la Almudena, patrona de esta ciudad y de su archidiócesis, faro de este recinto que amuralla tu devoción en torno a tu excelsa figura. Madrid se suministra para sí su mejor escudo y su mejor protección, el mejor recinto amurallado que pueda existir contra las injerencias y las temeridades, que se llama Madre de la Almudena, Madre de la Ciudad.

Por entre el viejo Madrid de los Austrias, camina la Almudena llevada por los anderos de Jesús el Pobre. Hay bullicio de devotos por las calles que desembocan hasta la mayor de las plazas. Hay flores que se ofrendan y alimentos que se donan. Y en la plaza un Credo, un Sanctus y un padre nuestro, que hay misa solemne, la Villa renueva sus votos y ante su patrona se arrodilla. El sol ciega con sus fuertes luces las fachadas del viejo Madrid, cuando camina de vuelta la Almudena por la calle Bailén. De sus labios salen oraciones por toda su ciudad. Sonríe -¿veis su sonrisa?- recortándose entre las paredes, cuando escucha las peticiones que a ella llegan. Virgen de la Almudena: rezas por tu ciudad. Sales de la Catedral con tu pecho abierto a las zozobras que nos aturden, y vuelves entre plegarias acostadas en los adentros de quienes te siguen para recogerte.

Fui uno de los muchos que te siguieron en tu día. Viví tu solemnidad con la intensidad de quien se siente mariano y necesita de Ti en las calles; y sentí el escalofrío de ese aire sobrio, elegante y oficial que recoge la procesión que te hace Madrid con todos los honores por las más viejas calles que conocen, mejor que nadie, las entrañas de tu devoción.

Almudena, rosa mística,
te miro a los ojos y te rezo un ave maría.

Destella el sol al mediodía
y te sigo enamorado por las calles
que van entonando plegarias
que te saludan en tu fiesta ... en tu día.

Yo aprendo de tu ciudad mirando tu perfil,
cuánta majestad -vecina del palacio real-
y cuánto asombro siento desde la silla donde te espero,
mi sencillo balcón, mi humilde pretil.

Una gota solo soy de todo el océano que te aclama
en este día donde si te nombran ...
se nombra también gratitud y auxilio, favor y fervor,
las mejores joyas que tu pueblo de su boca proclama.

Almudena, rosa mística,
te miro a los ojos y te rezo un ave maría.

En agosto, eres lienzo, joya que custodia la Latina, donde en tus fiestas, cuando se celebra tu asunción a los cielos, rezuma la quintaesencia en la más popular expresión madrileña de fervor mariano. Una paloma voló en esas calles donde se obraron tus milagros y sobre tus manos agarradas y firmes, y en tu soledad, se te puso de la Paloma. Virgen de la Paloma, patrona de los bomberos, el calor de nuestras angustias apagas y Madrid acude a ti para sofocar las llamas de sus dudas.

Cuánta gloria te dedican, que hasta el dolor que tu lienzo refleja no puede con el alegre torrente de la multitud que hasta ti peregrina; llega agosto, es tu fiesta, sales a la calle y verbena dedican a la más castiza. No te llamas Soledad, aunque en Soledad te presentas con las manos unidas en aquella tribulación, en aquel mal sueño del calvario del que Madrid, por obediencia a ti y tu gloria, te quita. Te bajan del altar y te enseñan orgullosos, porque eres - aun con tu divina y desconsolada cara mirando al suelo- la más bella compungida, que la historia y la tradición ha querido expresarte con la mayor gloria ungida. Te bajan del altar, madre mía, y eres tan grande y tan bendita, que no hay madrileño que pueda evitar llamarte y decirte:

Eres Paloma, patrona de mis días; eres Paloma, patrona mía.

Tus nombres, María. Tantos nombres ... Eres Rocío porque en ti se subliman, se condensa como las gotas con los primeros rayos del día, la devoción mariana más universal; que germina en las marismas de Doñana e irradia, llega y alcanza todos los rincones de nuestro país y más allá de sus fronteras. Por ti, Rocío, las distancias no existen. No hay confín de la tierra que se resista a peregrinar en tu busca. No es fácil, dejarlo todo e ir en tu busca; pero no hay mejor forma para pagarte y agradecerte, que desprenderse de lo que uno tiene para salir a tu encuentro.

Tus nombres vienen hasta de los lugares naturales, de los sitios más cotidianos donde te presentas, te ven y te veneran. Del roble, de las huertas, del olmo, de la Cueva, del cerro del Cabezo; de la Sierra. Tus nombres se hacen nuestros y forman parte de nuestras vidas, tanto, que ellas sin ti no pueden entenderse, porque todo termina por estar ligado a ti que eres la puerta de la vida, la escogida para traer al mundo al Dios de la vida, la que sostiene en sus manos las llaves que nos abren la puerta a la vida.

Yo quiero ser los pies que crucen el umbral de esa puerta.


YO QUIERO SER ...

Quiero ser mejor hijo para Ti. Quiero que si me miras, te sientas orgullosa. Que me concedas indulgencia por todas las veces que te he olvidado, he estado lejos y ni siquiera he hecho nada por buscarte. Encontrarte es fácil si uno quiere buscarte.

Quiero rendirme hoy a tus pies y confesar en este oratorio que alaba tus glorias, María, que ante ti, alguna vez en mi vida he optado por el silencio, al ignorarte. Y hoy compungido me reconozco en mis males, en mis fallos y en mis traiciones.

Que llega mayo y quiero ser las manos que te quiten el puñal del pecho. Quiero quitar tus penas, eliminar de ti el duelo, quitarte de la cruz y llevarte al cielo, porque Cristo está arriba, que ya no está en el madero.

Quiero regar tu alfombra para plantar rosas, quitar tus espinas y secar tu pañuelo. Con el caudal del dolor padecido, quiero que todos los días te gloríen, te bendigan y que se abran las puertas del templo para que te bañe el día.

Quiero que las lágrimas que derramaste en el Gólgota, sean ahora los pétalos que caigan desde los cielos. Que se hagan ya las misas, las novenas y salgas en procesión. Quiero que tras estos dos años de encierro, se rompa ya, por fin, este maldito velo. Quiero que tu rostro compungido, sea ya la eterna sonrisa que resplandece en tu cara -no hay mayor anhelo-.

Quiero ser plegaria para glorificarte, el rumor de las palabras sinceras que te piden, la sencillez de los olvidados que no tienen nada más que tu consuelo, quiero ser las lágrimas que te lloran, las sonrisas que te agradecen, los besos espontáneos que los niños te lanzan y los que te dejamos en tus besamanos.

Quiero ser los alfileres que a tu ropa se fijan, los bordados que tus mantos adornan, las preseas se ciñen a tus sienes, los cetros y varas de alcaldesa que portas, las cinturillas y fajines que te rodean.

Quiero ser las candelabros que se encienden para iluminarte, los varales, los templetes, las cúpulas, los palios que son el cielo efímero para custodiarte. Quiero ser los respiraderos y los tronos que te elevan; llamador para a la gloria alzarte, las estampas dobladas en los abrigos que te recuerdan.

Quiero ser la luz para besar tus perfiles, iluminar tus ojos, recortar tu silueta en los atardeceres por los que se quiebran los días de nuestra vida; la luz para iluminar la candelería con el néctar de la cera fundida con rosarios y plegarias a ella cosida, quiero ser el terciopelo negro de la noche sobre el que se coronan tus estrellas, el azul de nuestra infancia que como el chiquillo corre buscándote entre los rincones de la casa; quiero ser hogar, donde tu madre ?mi madre- tu abuela, mi abuela, a ti suspiraba, con esa súplica entrecortada que decía: ay Virgen de ...

... de todos los nombres y de todos los siglos.

Quiero ser los pañuelos que secan las lágrimas que por ti se derraman, las medallas que lucen nuestros corazones y que a nuestros labios llegan, beso en plata, para evocarte. Quiero ser vara y romero, escapulario y en mi pecho portarte. Quiero ser camino de tierra para salir a tu encuentro, los pinares para escoltarte; la plaza mayor que en tu solemnidad te abraza, las calles que te esperan.

Quiero ser almohadilla o trabajadera, faja y zapato; quiero ser costalero, portador, hombre de trono, romero y andero, porque sentir tu peso es el mejor alivio y la mejor manera de decirte: te quiero.

Quiero ser las coplas que son tu alabanza. Quiero ser Salve Rociera, sevillanas a ti dedicadas, tus canciones, himnos y plegarias, porque sueño con que esos versos están más cerca de tus plantas.

Quiero ser, María, los pies que me conduzcan a tu puerta, cruzar el umbral y llegar a tu cielo. Quiero ser, María, ese eterno peregrino de las veredas del tiempo para alcanzar tu Gloria.

Pastorea mis días, Señora; es un favor que te pido, no me lo niegues. Necesito de tu luz, estrella y guía. Agradecido ya, recojo mis palabras que en tu altar dejo entregadas. Y digo con fervor: aquí termina tu siervo, que enamorado de tus Glorias te mira a los ojos para concluir: a Dios por ti, Ave María.

Muchas gracias.


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