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La «firma de Dios», según Miñarro
19.12.20 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes
Dicen que las cosas de Dios tienen poca explicación, que son como son y toca asumirlas tal cual. Ya sea por fe o por increencia, se aceptan por convencimiento o se asumen como fruto del destino o incluso de la casualidad.
Escuchaba a Miñarro estos días hablando de sus teorías sobre las comparaciones acerca de la imagen de la Esperanza Macarena y en una de sus entrevistas en Radio La Manigueta que ha realizado Eduardo Luna, y como siempre, no me canso de aprender y disfrutar escuchando al maestro y amigo Juan Manuel Miñarro López. En sus palabras se aprecia junto a la sabiduría del intelectual impecable, la experiencia del docente o la pasión del investigador incansable; la emoción de una mente brillante que usa por igual los dos lados del cerebro consiguiendo una combinación casi perfecta fruto de un equilibrio envidiable.
Une a todo eso una proverbial manera de decir las cosas, manteniendo su acento y gracejo sevillanos, en una dicción propia que no elude el humor como parte de su personalidad. Abre la mente del escéptico a un nuevo concepto de la duda, más enraizada en la tradición empírica de los sabios y es capaz de asumir, fruto de la sapiencia del experto, que poco puede afirmarse cuando no tenemos certeza de las cosas.
Trabaja incansablemente con esa cotidianeidad del maestro en su taller o del profesor en su cátedra, por que lleva en su ADN y lo ha desarrollado con el paso del tiempo, la esencia de una obra que está llamada a ser eterna. No deja atrás, nunca, esa capacidad de abrirse a lo novedoso e incluso a lo desconocido para hacer de la técnica y la experimentación, aliadas inseparables en el estudio y la investigación, pero también en la puesta en práctica de lo aprehendido.
Habla de las fuentes y de los métodos, para que el criterio científico permita suplir la falta de otras evidencias. Y no deja atrás ninguno de los modelos, trabajos o razonamientos que reconoce como necesarios para poder llegar a una argumentación plausible y rigurosa, cuando no incuestionable, de aquello que transmite. Lo hace con la vehemencia necesaria que nos impele a formar parte de su planteamiento pero con la humildad propia del que asume la discusión o el debate como necesarios para el progreso.
Y entonces, después de dejarnos nuevamente absortos, parafraseando a otros grandes - casi de memoria, porque seguramente ya tiene incorporado el sentido preciso de lo que dice - cita o recita a Miguel Ángel, Unamuno o Marañón y nos deja boquiabiertos cuando sentencia sus mensajes con frases finales de su inagotable y ameno discurso.
Decía que lo había escuchado hablando de su último o reciente estudio en torno a la imagen de la Macarena, pero todo lo que digo podría trasladarse a cualquiera de sus disertaciones o parlamentos que siempre son una auténtica satisfacción escuchar. Miñarro es excelente, brillante, ameno. Embelesa.
Y en esa entrevista habla también del sentido de la trascendencia, ahora que casi todo parece ser inmanente, y comparte las emociones para ser contundente en sus atinadas conclusiones.
En pocas palabras, tras una nueva clase magistral que nos resulta tan breve como intensa, es capaz de dejarnos abiertos a la reflexión dándonos un tratado de lo verosímil que es, a la vez, una secuencia de la tarea bien hecha. Y se permite, como sólo hacen los grandes - obvio afirmar que para mí es un genio - terminar diciendo que «los sentimientos fundamentados también le vienen bien a la devoción».
Habla de la Macarena y de Juan de Mesa, y en el camino cita a otros muchos y a imágenes que conoce con cercanía. Y culmina citando a Marañón, al que confiesa admirar, diciendo:
«Esta imagen - en relación a la Macarena - es importante y trascendente porque es hija del genio, de madre desconocida: la circunstancia. La circunstancia es una hembra anónima que queda preñada sin saberlo y por eso, con el paso de los años, la Humanidad hace suya la obra y empieza a admirarla sin importarle quién fuera su autor. Al fin y a la postre se hace parte de la unidad del Universo. Y la unidad del Universo, no admite más firma que la de Dios».
Hace un silencio y termina: «El espíritu creador que Dios nos dio es el que hace que exista esa imagen. A lo mejor es eso».
¿Qué importa quién hizo la Macarena?
Juan Manuel Miñarro López no afirma ni concluye, plantea hipótesis y como sabio que es, duda. Pone sobre la mesa y nos ofrece con su genialidad, un trabajo que compara antropométricamente las tallas. Además lo hace desde el respeto a las atribuciones, a las fuentes o a los criterios que, ante la falta de un "documento escrito digno de crédito y contrastado" buscan una (o varias) respuesta plausible a un misterio sin resolver. Usa el método científico para elaborar una teoría. Y la comparación es uno de esos procedimientos basada en la técnica del "conocedor" de Giovanni Morelli. El atrevimiento del docto profesor es plantear cuestiones abiertas a la discusión para fundamentar posibles alternativas cuando no hay certezas de una autoría manifiesta. Es mucho más que una afirmación puesto que lo que hace es abrir una línea de investigación que tiene, tendrá, mucho recorrido.
Si pueden escúchenlo en los enlaces que les dejamos.
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