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Cien años de la campana de la Virgen 1916-2016
31.07.16 - Escrito por: Antonio Ramón Jiménez Montes
En estos días se cumplen 100 años de la fundición de una nueva campana para el Santuario de Nuestra Señora de la Sierra. Un proyecto que se consiguió gracias a las aportaciones de muchas personas y de muchos pueblos devotos de nuestra Patrona. Traemos una reseña de las crónicas que recogen varios números de La Opinión en julio, agosto y septiembre de 1916
LA CAMPANA DE LA VIRGEN (I)
El 28 de julio de 1916 la estación de ferrocarril de Cabra vivió un acontecimiento que recogieron las páginas de La Opinión y que vamos a recordar cuando se cumplen cien años, en el que colaboraron devotos de muchos pueblos de la Virgen de la Sierra.
Llegaba a Cabra la que se llamó "campana de la Virgen", realizada con aportaciones populares y a las cinco y media de la tarde del viernes 28 de julio. "El gentío enorme que desde mucho antes de la llegada del convoy que se encontraba en los andenes daba muestras de la impaciencia que todas las cosas grandes y populares saben despertar en los espíritus".
Antes de esa crónica, había mucho trabajo realizado. El proyecto venía siendo una más de las aspiraciones que tenía Manuel Mora y Aguilar, miembro de la junta de la Real Archicofradía de la Virgen de la Sierra, de la que todavía no era hermano mayor, cargo que ostentaba Rafael Lama. Junto al presbítero Pedro Pedrosa y a un reducido grupo que trabajaba para acrecentar y recuperar el esplendor del Santuario en aquellos primeros años del siglo XX, habían puesto en marcha una campaña para recaudar metal para hacer una nueva campana para la Virgen.Y las donaciones que se pedían desde La Opinión y que luego se irían publicando, no se hicieron esperar. De Cabra, de Priego y sus campos, de Luque, de Zuheros y de otros muchos sitios llegaron objetos y dinero que también se encargaban de recoger los síndicos de la Real Archicofradía.
Con aquellos numerosos donativos, sobre todo en metal, hechos por tantas personas devotas de Virgen de la Sierra, a primeros de julio Manuel Mora viajó a Torredonjimeno, a la casa de fundición de campanas que regentaba el maestro Vicente Rosas Soler. El viaje se produjo en tren y la crónica de julio de 1916, que nos cuenta Manuel Mora y Aguilar es realmente sugerente: "ruge la máquina y la bocaza del monstruo echa llamaradas de humo blancuzco en espirales caprichos ..."
El viaje permitía ver el Picacho en los primeros kilómetros del trayecto. Por el Puente de la Sima se ve "el Cerro de los Milagros, como un oloroso bálsamo que ha bañado nuestra alma; al trotar del tren, semeja un escapulario movible, una medalla inmensa que quiero llevar conmigo para que todo salga bien". Se va alejando el tren hasta llegar a su destino, Torredonjimeno.
Una vez en el municipio jienense, el cronista de La Opinión habla de la fábrica de campanas Rosas Soler. "El local es hermoso, el espacio amplísimo, los talleres de una sencillez encantadora. Los elementos principales de la fundición son tres: 1º horno para el combustible; 2º un gran galápago de barro refractario que se llama reverbero ... ¡en él está colocado el metal que van a fundir!; 3º el molde subterráneo que beberá el caldo fundido".
Se habla de la nueva campana con gran emoción. "¡Es tan popular, tan emotiva, tan hermosa la fusión de ciudades, pueblos y fieles colaborando en la construcción de la campana de la Virgen!".
Con minucioso detalle se describe lo que va pasando en aquel 12 de julio de 1916: "A las 7,30 me invitan a dar fuego ... se agolpan a la memoria la Virgen, el Santuario, Cabra y todos los pueblos y fieles que enviaron donativos. Y ante un ¡Viva la Virgen de la Sierra! ¡Viva la campana del pueblo!, avanzo y doy fuego!.
Junto a Vicente Rosas Soler, el maestro campanero, cuya fábrica se creó en 1881 y se mantiene hoy en sus herederos, Manuel Mora se fija en el gran caldero y observa "rodeada por las llamas, una pirámide de trastos en el centro, el metal que dieron los paisanos". Y va recordando y describiendo la multitud de objetos que donaron las gentes devotas de Nuestra Señora, María Santísima de la Sierra. Un almirez corona la masa de objetos entre los que hay lebrillos, candiles, cubiertos, monedas, palmatorias, llamadores, cazuelos, portacirios, sartenes, arandelas, grifos, tuberías, pomos de las camas, pies de capuchinas, una trompeta y hasta bombillas de luz eléctrica.
Entonces, en la centenaria crónica que ahora recordamos, toma la palabra el maestro de campanas, Vicente Rosas y dice: "¡Mirar! ¡mirar! como empiezan a llorar los cacharros". Y así se transforma en una aleación. "El maestro se santigua, empieza a rezar una Salve, el cronista lo imita, después ¡viva la Virgen de la Sierra! ¡viva Cabra! ¡viva Torredonjimeno! ¡vivan los donantes de todos los pueblos!. Y a las 10 sale un chorro brillante de plata".
Luego se describe como por un conducto se desliza el metal hecho caldo hasta llegar al molde y cuando se llena: "¡Ya rebosa, señores, la campana está hecha!... grita el maestro Vicente. Tiempo invertido 31 segundos". Como hay que esperar 48 horas para sacar la nueva campana del molde, el cronista termina diciendo que vuelve para Cabra y a esperar que la campana que el pueblo devoto de la Virgen de la Sierra ha hecho para el Santuario llegue a Cabra.
"Una campana en que tienen parte tantos fieles, algunos de edad tierna y a cuya aleación acuden ardorosamente tantos pueblos. La campana de la Virgen viene a ser - continúa diciendo M. Mora en La Opinión - como lazo que aprieta, comunión que une o símbolo que liga al Santuario a una multitud inmensa".
Y concluye: "la campana de la Patrona ... que es el amor, el espíritu, el corazón de muchísimos pueblos y millares de devotos".
(continuará)
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